1. Gracias Fernanda


    Fecha: 27/09/2018, Categorías: No Consentido Autor: FernandaAbril, Fuente: CuentoRelatos

    ... al plomero le pedí silencio. El sintió mi mano bajar el cierre de su bragueta y reculó un poco cuando sintió mis dedos buscar su pedazo de carne entre sus piernas. Se lo aprisioné y jugué con traviesa, mientras le sonreía y me mordía los labios. Mientras, el jardinero se mantuvo atento y vi de reojo que se bajó el zipper. Cuando ambos tuvieron su verga expuesta, se las cogí, a uno con mi derecha y otro con mi izquierda. Los miré descaradamente y les sonreí procaz mientras se los jalaba en vaivenes delicados
    
    Nunca se imaginaron que fuera tan experto. Seguí masturbándolos hasta que entornaron los ojos. Ni se dieron cuenta cuando me acuclillé, para succionarlos alternadamente.
    
    Oí que el plomero decía: ¡Ay cabrona, ni mi vieja chupa tan rico! Y el otro jadeando balbuceaba.
    
    ¡Qué rico mamas, pinche putito!
    
    Para retardar su eyaculación me paré frente al jardinero y le dije coqueto: No soy putito. Soy Fernanda. Y lo besé en la boca, chupándole los labios y dejándole el propio sabor de su pene.
    
    De pronto sentí las manos del jardinero jalando mis mallas hacia abajo dejándolas a la altura de mis rodillas. El plomero quiso lucirse y me cargó como novia hasta la cama. Me depositó suavemente y me abrió la blusa. El otro vino detrás. Me sacó las mallas y la tanga. Al ver mi piel completamente desnuda ambos hicieron un gesto de admiración. Yo orgullosa miraba mi cuerpo liso, sólo con un mechoncito púbico ocultando mi diminuto racimo.
    
    Se echaron a la suerte ser primero y ...
    ... ganó don Alberto, el plomero. Antes de que abordara le pedí que apagara la luz y abriera las persianas. Quería ver llover mientras gozaba de dos hombretones maduros y expertos, que se sentían sementales.
    
    No tengo idea si alguien, desde otro edificio, vio lo que pasó en mi cama. Si pudo ver cómo Alberto me colocó a gatas y me abrió las nalgas para encontrar cabida a su pepino duro y jugoso. Si se escandalizaron de verlo sujetándome de las caderas e introducir despacio y hasta el fondo esa salchicha lubricada de semen. Ni si vieron cuando don Oscar, el jardinero, ofreció su berenjena cruda y caliente a mi boca.
    
    Cuando me sentía tan sola y menospreciada, esos esposos insatisfechos levantaron mi autoestima, haciéndome sentir la versión transexual de Fanny Hill.
    
    Todavía me estremece recordar los cuatro brazos velludos y las cuatro manos rasposas recorriéndome mi tersa y sudorosa piel, jugueteando con mi diminuto pepinillo, manoseándome las tetas blandas y chupando mis pezones. Girando mi cuerpo a su antojo, Intercambiándome de posición y diciéndome: Fernanda, mi putita. ¡Qué rica estás!, ¡qué rica, qué ricaaaa...! Y cortar su frase al exclamar un gemido hondo y soltar su cascada de leche caliente.
    
    Esos "cabrona" y “putita” eran caricias mientras sentía una verga expandía mi hoyo provocándome ganas de orinar, y otra entraba y salía de mi boca con su cabeza lisa y babosa.
    
    Acabó el jardinero en mi intestino casi al tiempo que el plomero en mi paladar.
    
    Fue un manjar de ...