1. Piel de melocotón


    Fecha: 29/07/2017, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... tomo el ascensor.
    
    Mi cabeza y mi pantalón estaban a punto de estallar. Los oídos me zumbaban, parecía que estaba una mala pesadilla etílica. Inexplicablemente me dirigí hacia el ascensor. Cada paso era un verdadero calvario. Parecía que caminaba por arenas movedizas. Mis manos temblaban dentro mis bolsillos. Sin darme cuenta llegue al ascensor. En la pantalla se podía ver el piso donde se había bajado el anterior usuario: ella. Me metí dentro y pulse el botón correspondiente al piso donde estaba el baño. Lo último que oí antes de que se cerraran las puertas fue a las dos amigas que reían escandalosamente.
    
    Solo era una planta, pero parecía que estaba subiendo al séptimo piso. Me mire en el espejo. Las gotas de sudor caían copiosamente por mi frente. Con extrañeza pude comprobar que estaba totalmente rojo. No toda la sangre estaba en mi pantalón. Llegue a la planta baja. Las piernas me temblaban. Un pequeño pasillo llevaba hasta los aseos. Me dirigí hacia ellos con un nudo en el estomago. Dos puertas se alzaron ante mí. A la derecha el aseo de hombres y a la izquierda el de mujeres. Como es natural entre en el de hombres, con el miedo de no encontrar nada. Como esperaba no había nada. Sentí una especie de alivio. De momento solo seria condenado a las llamas del infierno por el pecado de pensamiento.
    
    Me eche un poco de agua en la cara para despejarme. Entre en uno de los aseos y me senté en uno de los wáteres. Que imbécil, pensé, como he podido creer que un ángel así ...
    ... podía, primero fijarse en mí y segundo, darme la oportunidad de gozar de carne tan tierna. En ese momento la puerta se abrió ante mí y allí estaba ella, con su deliciosa media sonrisa. Con paso lento se arrodillo y empezó a bajarme la cremallera. Notaba la suavidad de sus dedos en mi polla, que con simple hecho de tocarla ya estaba erecta.
    
    Sin dejar de sonreír, se la introdujo en la boca. Estaba caliente. Su húmeda lengua pasaba de arriba abajo por toda mi polla, y se detenía a juguetear con el glande. Durante varios minutos, ese pequeño ángel de piel de melocotón, chupaba y chupaba mi polla. Era maravillosa la forma en la que la metía toda en la boca, esa boca pequeña, llena de pequeños dientecitos, blancos y bien alineados, esa boca de labios carnosos, esa boca que besa tiernamente a papá por las mañanas, esa boca prepuberta que de seguro aún no había soltado alguna blasfemia, esa boca que antes se llenaba de caramelos ahora es el hogar, dulce, húmedo y caliente hogar de mi polla.
    
    Después de varios minutos lamiendo mi polla, se levanto, y sin dejar de sonreír, empezó a desnudarse, lentamente, haciendo que yo pudiera deleitarme con cada terreno de su cuerpo. Vi, con tremenda excitación que los pequeños pelitos dorados de melocotón, no solo cubrían sus brazos, si no que subían hasta sus hombros. Sus incipientes pechos tenían el color blanco típico de quien aun no se le permite el topless. Los pezones, duros y tiesos, rogaban ser lamidos por mí. Acerque mis manos a ellos, ...