1. Qué rica verga tienes, Papi


    Fecha: 08/07/2018, Categorías: Lesbianas Autor: Dulce Fuego, Fuente: CuentoRelatos

    Hola, guapo. Hace unos días te platiqué de cómo el día de mi despertar sexual, me tuve que encerrar en un cubículo de wc en el baño de las chicas para masturbarme y aliviar la calentura que se me había despertado por los toqueteos previos con mi novio y que al terminar de darme una buena dedeada, no pude lavarme las manos y tuve que ir así a mi salón de clases, en donde un rato después, mi profesor de química me sorprendió comiendo un caramelo en su clase y para asegurarse de que le decía la verdad al yo negarle que estaba comiendo, me pasó al frente del aula y me pidió que abriera la boca para revisarla y como no encontró nada, pues ya me había tragado entero el caramelo, entonces me pidió que extendiera mis manos y olfateó mis dedos, que estaban impregnados con el olor de mi vagina. Y aunque pasó por alto el hecho de que mis dedos no olían precisamente a caramelo, el resto del ciclo escolar me obligó a sentarme en la primera fila de los pupitres para vigilarme más de cerca, según él, aunque claro que sus intenciones eran las de verme las piernas sin ningún obstáculo entre nosotros.
    
    El profesor de química, tenía fama de ser un hombre duro e inclemente a la hora de disciplinar a los alumnos y aún más al momento de asentar nuestras calificaciones. Así que cuando llegó el momento de presentar el último examen de su materia, todos temblábamos al pensar en la enorme posibilidad de reprobar y pasar el resto de nuestras vidas haciendo exámenes extraordinarios. Pero ese año, el ...
    ... profesor Carlos tuvo a bien compadecerse de sus alumnos más atrasados, incluyéndome a mí y entones programó un curso privado para mejorar nuestro desempeño en su materia. Dicho curso consistía en ocho sesiones sabatinas de 3 horas. Cuando dio la lista de los alumnos que tendrían que tomar el curso extra, mencionó mi nombre, condenándome así a pasar las mañanas de los próximos sábados en una pesadilla de fórmulas y elementos químicos... O al menos eso pensé hasta que llegó el primer sábado de curso.
    
    El profesor Carlos habitaba una casita de dos niveles en una colonia de clase media, no muy lejos de la casa de mis papás. Los muebles que había en la casa del profe parecían recién desempacados, y no había ni un rastro de polvo en ninguna esquina. Parecía que la disciplina de aquél hombre aterrorizaba hasta al viento, que hacía lo posible por no arrastrar ni una hoja seca hasta el patio de aquella casa. Esa mañana de sábado, nos dimos cita otros seis compañeros y yo, que fui la última en llegar pues tomé las cosas con mucha calma para maquillarme y ponerme el vestido que usaría para asistir a una fiesta familiar ese mismo día por la tarde. Luego de las tres horas que el profesor nos había recetado para curar nuestra falta de habilidad en asuntos de la química, cerró el grueso libro que tenía sobre la mesa en la que estábamos reunidos -Es todo por hoy, muchachos. Nos vemos el martes y luego otra vez el sábado. Les falta mucho para aprobar su examen final, así que no falten, ah, y ...
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