1. Caprichos mañaneros de una gatita en celo


    Fecha: 04/09/2023, Categorías: Anal Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ―¿Adónde vas?
    
    ―¿Cómo que adónde voy? ―le digo subiéndome los calzoncillos, girando la cabeza y mirándola de reojo―. Sabes que he quedado con Róber. Tengo partido.
    
    Era domingo. Habíamos tenido relaciones sexuales esa misma mañana. Eran algo más de las diez, y yo comenzaba a vestirme, sentado a un lado de la cama. Ella seguía desnuda, recostada de lado, dándome la espalda. Trataba de taparse los pechos con un trozo de sábana, pero tenía las piernas separadas y se le podía ver el vello sobre la vulva y los labios internos sobresaliendo ligeramente. Seguía húmeda.
    
    ―No puedes irte ―me dice tajante. Yo recojo los vaqueros del suelo para ponérmelos.
    
    ―¿Qué? ―le pregunto sin girarme.
    
    ―Que no puedes irte, no puedes dejarme así.
    
    Detrás de mí, oigo el siseo de las sábanas. Estoy tratando de meter un pie dentro la pernera del pantalón, pero al escuchar su comentario me detengo. Me vuelvo a girar hacia atrás y, ¿qué es lo que veo?
    
    ―Tengo mucha necesidad… ―me dice. Los ojos se me salen de las cuencas. Se ha puesto a cuatro patas, dándome la espalda, y ha abierto ligeramente las piernas. Balancea su cuerpo hacia delante y hacia atrás, poniendo el culo en pompa y moviéndolo hacia los lados―. Y no puedes irte ―sigue diciéndome.
    
    No deja de retorcerse como una gata. Cuando se mueve hacia atrás, sus nalgas se abren y me muestra todo su coño abierto. El vello oscuro circunda la raja húmeda, rosada, y los labios internos de la vagina se abren como si fuera la boca de un ...
    ... molusco hambriento.
    
    ―Dame lo que necesito ―me dice.
    
    Tengo la pernera del pantalón atravesada en el pie. Ahí se quedó, atascada, y yo me sujeto los vaqueros mirando aquel espectáculo con cara de alelado. La polla se me ha puesto tiesa como el mango de una azada y los calzoncillos parecen un obelisco. Me llevo la mano instintivamente al paquete y me lo agarro, con tela y todo. «Dios mío bendito», es lo que pienso.
    
    La gata sigue contoneándose, mostrándome su pedazo de culo en pompa, moviéndolo a un lado y a otro y balanceándose sobre sus cuatro patas, hacia atrás y hacia delante, hambrienta. Las tetas le cuelgan provocativamente, y sus pezones morenos, tiesos, amenazan con soltar su leche ahora mismo y manchar la cama. Veo que se agarra una teta con la mano y empieza a sobársela.
    
    ―Ay ―me suelta con un largo jadeo―, no puedo más…
    
    Y pensar que hasta hace unos meses era una chica tímida, que cerraba sus piernas cuando yo acercaba mi boca para comérselo. Y mírenla ahora, provocándome de esa manera, sin ninguna piedad. Me pone como loco.
    
    La sangre se me ha ido toda a la cara, se me ha puesto ardiendo en dos segundos. Me quito los calzoncillos sin girar la cara, con torpeza, mis ojos fijos en aquella fuente de pecado. Estoy duro como un poste, y no pienso en otra cosa que en follármela. Me saco los calzoncillos, me subo a la cama, de rodillas, y me agarro el rabo con la mano derecha. Comienzo a hacerme una paja mientras observo a la gata en celo.
    
    Le acaricio las ...
«1234»