1. Margarita


    Fecha: 27/05/2023, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... molestara, y luego se inclinó sobre el teléfono para poner el contestador automático. Cuando hizo esto su cuerpo se echó hacia adelante, alzando la minúscula faldita que llevaba, permitiendo ver que no llevaba nada debajo: salvo la faldita y la blusa, no llevaba nada absolutamente. Esto hizo que comenzara a excitarme.
    
    Luego se sentó a mi lado, y bebimos el té. Charlábamos de cosas intrascendentes, pero yo no podía dejar de dirigir mi mirada bien a sus pechos, bien a sus muslos, casi totalmente descubiertos al sentarse ella en el sofá. El miembro había comenzado a endurecerse peligrosamente, y con la ropa que yo llevaba puesta no tardaría en ser notoria la erección. Ella no podía dejar de notar que yo no tenía ojos más que para su cuerpo, y que el miembro comenzaba a destacar bajo la camiseta.
    
    Dejé el vaso de té sobre la mesa. Le dije que lo mejor era que me fuera. Me preguntó que por qué. Le dije que tenía que irme. Ella insistió, argumentando que su marido y sus hijos no llegarían hasta el domingo por la tarde, y que no había prisa. Dejándome llevar por mis impulsos masculinos, acepté seguir allí. Pero, en tono de guasa, la advertí que no respondía de lo que podía pasar. Ella repuso un “tranquilo”, que me dejó aún más nervioso de lo que ya estaba.
    
    La erección del miembro era a todas luces evidente, y yo sabía que ella la veía. Pero fingía no notarla. Al rato me preguntó si me sentía bien, y yo respondí que sí, que muy bien. Pero sabía que ella era consciente de mi ...
    ... estado.
    
    Seguíamos sentados en el sofá. De vez en cuando ella se inclinaba para coger el vaso de la mesita, curvando su cuerpo y dejándome ver su espalda. En una de estas ocasiones, me atreví y pasé mi mano por su dorso, acariciando su piel. Su reacción no fue de espanto, susto o rabia. Dejó el vaso sobre la mesa y se volvió hacia mí. Me cogió por el cuello y puso sus labios sobre los míos. Estaba totalmente sorprendido.
    
    Me preguntó que por qué había tardado tanto en manifestar mi deseo. Por qué aquella demora en manifestar mis deseos. No sabía qué responder y volví a poner mis labios sobre los suyos. Margarita se echó sobre mi cuerpo, extendiendo las piernas que quedaron abiertas sobre el miembro. “¿Por qué has tardado tanto, cariño?”, me dijo. Yo no podía estar más asombrado. Con una mano hurgaba bajo mi camiseta, tanteando en busca del falo, tieso como una vela. Decidí que yo también iba a atacar. Cogí sus pechos a través de la blusa y los apreté suavemente, notando su calor a través de la tela. Eran unos pechos firmes y compactos, perfectos en tamaño y dureza. Tenía que dar gusto lamer aquellos trofeos. Mientras nuestras bocas seguían unidas en un profundo beso, comencé a desabrochar su blusa, buscando el contacto directo con la piel de sus senos, con todo su cuerpo. Le quité la blusa y mis labios se dirigieron inmediatamente a aquellos pezones rosados, erectos por el placer. ¡Qué gozada! Eran sus pechos cántaros de miel, puro sabor. Mi lengua recorrió su superficie, ...