1. Sandra, el culito que se me escapó


    Fecha: 21/05/2023, Categorías: Anal Autor: siemprefuiyo, Fuente: CuentoRelatos

    ... supe lo que imaginaba justo en ese momento: Quería mi polla. Y la quería dentro de su culo. Podía incluso visualizar la forma en que deseaba exactamente que sucediese, escena por escena, fotograma a fotograma, como si fuese una película. ¿Qué puedo decir? Hubiera sido fácil complacerla, claro que sí. Pero ¿por qué hacerlo? A decir verdad, aún estaba un poco molesto por la burda forma que había tenido de pedirme que la enculase y especialmente por su “enfado” posterior al no haberlo hecho; de modo que, en lugar de regalársela sin más, decidí hacérsela desear con mayor fuerza, como cuando pones un caramelo en la boca de alguien y acto seguido se lo quitas antes que pueda saborearlo.
    
    Al estar sentada sobre mis piernas, me hubiera bastado con un leve movimiento para desequilibrarla y conducirla con mis brazos hasta aterrizar en la cama boca abajo, pero en lugar de eso, quise hacerlo mediante un brusco empujón por sorpresa, tras el cual la arrastre por los tobillos para colocarla a mi disposición. Seguramente ella pensó que aquello era el preludio de lo que ansiaba, que por fin iba a suceder; pero yo me dediqué a mordisquear sus carnosos cachetes en diferentes puntos hasta que me entró el arrebato y me lancé a lamer la raja de su culo con la punta de mi lengua. Aún debía estar dudando y preguntándose si esto podrían ser los preliminares cuando le pedí que se tocara y, obediente, metió su mano con la palma hacia arriba arrastrándola con dificultar sobre el colchón. Comenzó a ...
    ... frotarse el clítoris como malamente podía debido a la incómoda postura mientras yo, ahora con la cabeza ladeada, me afanaba por rodear el contorno de su ano entre mis labios, succionándolo primero y penetrándolo posteriormente con mi lengua todo lo profundo que era capaz de llegar. No parecía haberse duchado desde el día anterior y eso me excitaba; su sabor era delicioso… tanto que, de cuando en cuando, no podía evitar meter la nariz en el lugar de mi lengua, sólo para aspirar ese aroma dulzón que, reforzado por la humedad de mi saliva, tanto me deleitaba.
    
    Cuando por fin noté que estaba a punto de correrse, mi lengua cambió de estrategia y empezó a frotarse fuerte en círculos, como si quisiera sacar brillo a la piel oscura del contorno de su orificio y, mientras, no paraba de amasar aquellos dos glúteos respingones con ambas manos sin ningún tipo de reparo ni remilgo ya. Finalmente, le hundí mis uñas en la carne, bien duro, justo en el momento que sus jadeos anunciaban que se venía. Ella paró de masturbarse con la mano aún aprisionada bajo su propio peso cuando yo me tumbé completamente encima de su cuerpo exhausto. Su espalda, su cuello y su cabeza estaban húmedos debido al sudor del esfuerzo y al calentón. Tomé entonces fuerte la muñeca de la mano que tenía estirada por encima de la cabeza, inmovilizándola, y me acerqué para susurrarle al oído con tono sugerente:
    
    —¿Te ha gustado, pequeña?
    
    —Dios, sííí…
    
    —Pues la próxima vez que te coja por banda… mi polla va a estar… ...
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