1. La vi crecer (Capítulo 2)


    Fecha: 22/03/2023, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... Estaba profundamente dormida. Me quedé mirándola. Sentí compasión por mí mismo. ¿Cómo podía evitar que tantos pensamientos obscenos se agolpen en mi cabeza? Estaba seguro de que cualquier hombre que estuviese en mi lugar se sentiría igual de contrariado que yo. Y muchos de ellos no tolerarían ni la mitad de lo que yo soportaba, sin hacer alguna insensatez en el camino.
    
    Me senté frente a ella. Cada tanto su respiración era intercalada con un débil gemido. ¿Qué estaría soñando? El sonido que largaban sus carnosos labios era difícil de descifrar. Bien podría ser el reflejo de un padecimiento, producto de una pesadilla, o de la excitación, proveniente de un sueño húmedo.
    
    Lelu se retorció en el sofá, y su cuerpo giró levemente. Uno de sus turgentes pechos dejó de estar oculto. Lo miré, con ansiedad. No parecía estar duro. El pezón se marcaba en la remera, pero no tanto como aquella vez, cuando vimos la escena de sexo de esa horrible película.
    
    Balbuceó algo, pero seguía dormida. No sé qué fue lo que se me cruzó por la mente en ese instante. Quizás fue el hecho de que lo que parecía haber pronunciado era ze ze —¿Eze quizás?—, o tal vez el problema fue que no pensé en absolutamente nada. Solo actué por instinto.
    
    Me levanté y me acerqué a Lelu. Me puse en cuclillas. Acaricié su cabello, apenas rozándolo con la yema de mis dedos. Sentí su olor. La transpiración del cuero cabelludo, mezclado con el perfume del shampoo invadió mis fosas nasales, y me pareció el aroma más ...
    ... exquisito que haya sentido en la vida.
    
    Mi mano se deslizó, con suavidad, dibujando su silueta. Pasé por su espalda arqueada. Me atreví a tocar su piel desnuda. Lelu se removió otra vez. Mi corazón se paralizó. Pero ella sólo se limitó a hundir su cara nuevamente. Entonces, mis dedos, ufanos y curiosos, bajaron aún más. Por primera vez sentí la rigidez de sus nalgas. No ejercí presión en esos redondos y prominentes glúteos. Apenas los rocé, descubriendo cómo cada fibra de mi cuerpo enloquecía al sentir la tersura a través de la tela. Las piernas eran duras. Dignas de una chica que elongaba y ejercitaba a diario. Sus muslos eran la mismísima perdición. Lelu tenía las piernas separadas. Si quisiese, podía tocar su sexo, apenas rozarlo, pero tocarlo al fin, a través de la calza. Los labios vaginales se marcaban en el tela, y en su rajita se enterraba una parte de la provocativa prenda.
    
    Pero sabía que sería el colmo de la imprudencia meter mano ahí. ¿Y si justo se despertaba en ese instante?
    
    En un momento, después de haberme deleitado bastante, y aunque estaba lejos de haber saciado mis más bajos instintos, decidí que ya había jugado con fuego lo suficiente. La tomé del hombro y la sacudí. Di algunos pasos atrás. Y entonces Lelu abrió los ojos.
    
    Y entonces me di cuenta del terrible error que acababa de cometer. La parte delantera de mi pantalón, hacía mucha presión sobre mi sexo. Tenía una erección y estaba parado frente a mi hijastra.
    
    Me senté inmediatamente. Con mucha ...
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