1. Mi maestro


    Fecha: 25/02/2023, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... quisiera. No podía responder, mi mente me recordaba que yo tenía pareja y él era mi profesor, lo cual, por alguna extraña razón me excitaba mucho más.
    
    Me quedé perpleja, casi sin respiración y mirándole a los ojos me mordía el labio hasta notar la sangre caer por este.
    
    Su lengua me lamió, y dejándome accedí a lo que él me estaba ofreciendo.
    
    Me cogió en brazos levantándome de la silla y me posó sobre su mesa, desparramando por el suelo los papeles que tenía y tirando los libros, entre ellos el de "La divina Comedia". Abrió mis piernas y se puso en medio de ellas mientras una de sus manos me agarró las muñecas en mi espalda, impidiendo que me moviera. Sentía la lengua por mis labios, como sus dientes se iban clavando en mi carne pegando pellizcos con ellos que me estremecían, como poco a poco consiguió meter la boca en el escote de mi camisa y tirar de los botones que la cerraban.
    
    Su nariz rozaba mi canalillo, aspiraba mi aroma y seguro que podía escuchar mis latidos con fuerza tras mi pecho. Cada vez me inclinaba más hacía él, notando la tirantez en mi espalda y mis hombros, me pegaba a él más atrayendo mi cintura hacía la suya, pudiendo percibir como abultaba su erección através de la tela vaquera.
    
    Me soltó las manos y me bajó los pantalones junto las bragas blancas, y me tumbó sobre la mesa.
    
    Se aflojó la corbata, la enrrolló en mis manos privándome de movilidad y terminó de abrirme la camisa. Sólo el sujetador me tapaba. Pasaba su lengua por mi escote, ...
    ... sacando mis pechos del sujetador y mordisqueándome los pezones, para volver a continuar su camino con la lengua dejando su saliva por mi piel, hasta llegar a mi zona íntima.
    
    Me miró, sonriente, victorioso y seguro de si mismo y de lo que iba a hacer, y poniendo mis piernas sobre sus hombros enterró su cara en mi sexo, dando lametones en mi clítoris y jugando con el, a la vez que sus dedos rozaban mi entrada.
    
    Me arqueaba, me mordía, gemía entre quejidos que no se podían entender y suplicaba que no parase. Pero no lo haría. Se había propuesto darme placer y hacerme sentir el pecado pleno por si íbamos al infierno, como algunos de los personajes que acabábamos de leer.
    
    Sus manos me apretaban los pechos mientras su boca me daba oleadas de placer entre mis piernas, y mis manos atadas se posaban en su cabeza acariciando su pelo.
    
    No pude soportarlo más y me dejé llevar entre espasmos, corriéndome en su boca mientras el me apretaba más contra él. Se puso de pie, se desabrochó el pantalón y se sacó su erección, dejándome anonadada ante aquello, y me penetró despacio, sintiendo cada una de las sensaciones que le proporcionaba meterse en mi interior. Una vez dentro empezó a moverse cada más y más rápido.
    
    Me cogió de la cintura y salió de mi, me colocó a cuatro patas sobre la mesa, se subió encima de rodillas y volvió a penetrarme mientras me agarraba el culo y me daba pequeños azotes que, lejos de dolerme, me excitaban cada vez más.
    
    Seguía entrando y saliendo, cada vez más ...