1. No puedes evitar mirarme


    Fecha: 05/08/2022, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... brazo buscando el cabecero de la cama, tan centrado en tu sexo estaba que cesaron las miradas y era tu voz la que me guiaba. Tus sigue y mi lengua concentrada en aletear sobre los pliegues de tus labios, tus qué rico y mis dedos despertando tu clítoris, tu aroma impregnando poco a poco mis sentidos y mi saliva haciendo brillar tu sexo. Quizás en este cruce de miradas de ahora viajen mi empeño y tu orgasmo modesto, sin estridencias forzadas, tan sólo mi lengua y tus dedos tomando el relevo a los míos sobre tu pipa, hasta arrancar bien la noche.
    
    Después, si tu mirada va cargada de recuerdos no podrás negarlo, quisiste corresponderme y te volví a sorprender; en aquella penumbra también tus ojos buscaron los míos. No me imaginabas así, ni tanto ni tan duro, pero saborearte me había llevado a mi tope. Pusiste empeño y un preservativo, pero ni el profiláctico ni tu boca pudieron llegar al final, a pesar de los ánimos y de mis manos empujando tu cabeza. Si te fijas, en mis ojos ahora que nos cruzamos no hallarás reproches, aunque me hubiera gustado conocer más y mejor las profundidades de tu garganta. Probamos posiciones y números, sentí el aroma de tu reciente orgasmo y vi en primer plano tu ano, contraído y tan irrechazable, que quizás en mi mirada hoy encuentres el lamento de no habértelo pedido. Da igual; las ganas nos pudieron y enseguida pasamos a mayores.
    
    Quizás en tus ojos viaja la comprensión por la impericia del desentrenado. Y aquella cama tan pequeña para mí, nos ...
    ... costó encontrar postura, ¿recuerdas? Cuando optaste por montarme fue todo mejor. Esa dureza lítica que te volvió a sorprender, mis manos fundiéndose en el calor de tu cintura y tus pechos redondos tan apetecibles que terminé inclinándote para poder morderlos. Y ahí, teniéndote sobre mí, abrazado a tu espalda, con tus manos tratando de levantar la camiseta que me había dejado puesta, con las caras tan cerca que no podíamos evitar el juego de nuestras lenguas, volvieron las miradas. Aunque inmediatas, eran huecas, muy diferentes de las actuales, furtivas, pero tan cargadas de matices que no consigo descomponer. Entonces el esfuerzo era otro, prolongar lo inevitable un minuto más. Te pregunté dónde, y quizás la altivez de tu mirada presente es el reproche de la decepción de la mía ante tu elección aquella noche. Además, la pregunta había llegado precipitada, antes de tiempo. El condón había volado y ya no había vuelta atrás. Tu mano se esforzó por acercar el clímax, la mía, más acostumbrada, cogió el testigo con nuevos ímpetus. Y ahí, cuando terminé de deshacerme entre tu ombligo y la cresta de tu cadera, tu mirada volvió a adquirir matices reconocibles. Esa sonrisa orgullosa y mi gesto cansado duraron bastante más de lo que tardaron las toallitas en eliminar el rastro de semen sobre tu vientre. Después la noche se sucedió en un largo descender, y las miradas fueron tornándose distantes, sin traumas, pero apagándose, como las cosas que están bien que ocurran pero tal vez nunca ...