1. No puedes evitar mirarme


    Fecha: 05/08/2022, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    No puedes evitar mirarme cuando nos cruzamos por la calle, aunque vayas cogida de su mano. Y es precisamente ese detalle, sus dedos entrelazados con los tuyos, el que aporta interés a esta historia, el que da un sentido especial a tus ojos desviándose del horizonte, el que me impide saber qué piensas cuando me ves.
    
    Si obvio tu mirada que me busca, diría que estás orgullosa de ir de su mano. Pareces una mujer segura de sí misma, altiva incluso, la cabeza erguida y ese caminar convencido; y es por eso que no sé cómo interpretar tu mirada, esa mirada subrayada por una sombra de ojos oscura, esa mirada que pierde el frente y se desvía hacia la izquierda, hacia mi posición. Quizás quieres decirme, mírame, fui tuya una noche, lo pasamos bien, pero pertenezco a otro, ahora soy suya. O quizás no, quizás me retes, quizás tu mirada es una súplica. Si me fijo en él, no lo juzgo a tu altura, a nadie lo encontraría digno de ti, tal vez ni siquiera a mí, pero desde luego no a él. Por eso quizás tu mirada buscándome es una petición de rescate, un ven, un déjame que entrelace mis dedos con los tuyos, un la próxima vez retenme, un contigo sí.
    
    O quizás simplemente al verme, al cruzarnos casualmente, el recuerdo de aquellas horas, de aquella noche, venga a tu mente como afluye a la mía: fresco y nítido, aunque hayan pasado los meses. Yo tampoco puedo evitar mirarte, aunque vayas cogida de su mano. Lo reconozco, me he fijado en ti ya desde muchos metros antes de esas décimas de segundo en ...
    ... que nuestros hombros pasan casi rozándose. Aunque los ojos se nos desvíen sólo al final, cuando estamos seguros que al otro los recuerdos le inundan la memoria. Me gustaría pensar que es así, que recuerdas las conversaciones, las risas, los brindis de champán, los arrumacos, el nombre de mi colonia por la que preguntaste tan interesada, mis ganas de comerte la boca y tus manos atreviéndose más arriba de las rodillas.
    
    Y todo lo demás, claro. Ojalá tu mirada sea un agradecimiento por ese orgasmo que te pilló por sorpresa, cuando rechacé los quehaceres de tus manos y me centré en ti y en tu coño imberbe. No lo esperabas, pero quería hacerlo, necesitaba hacerlo, casi desde la primera mirada. Entonces, pese a la noche, la oscuridad y el alcohol, interpretaba mejor tus miradas. Por eso me atreví enseguida a abrazarte por debajo de la cintura; tus ojos sin hablar me habían dado permiso. Y seguramente te lo dije entonces, pero por si acaso mi cabeza volviéndose ahora que nos cruzamos te lo repite: que duro y bien puesto tienes el culo. Si no fueras acompañada, te detendría y te lo diría de viva voz, buscando la sonrisa cómplice de aquella noche. Pero ahora que vas de su mano, sólo nos podemos hablar en estas miradas cruzadas que duran milisegundos.
    
    Quizás esa mirada furtiva tuya ahora sea la devolución de aquella mía que cegaron tus muslos. Quizás ahora se te siga erizando la piel como al pasar de mis labios entonces. Después, cuando te abandonaste estirando el cuello y con el ...
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