1. A solas con el guardián de la casa


    Fecha: 08/11/2021, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... realizando trámites y/o haciéndoles favores a los familiares cercanos. Ellos hacían vida social aparte y yo hacía la mía en soledad. La relación con ellos nunca fue muy cercana que digamos: dialogábamos muy de vez en cuando y compartíamos pocas experiencias entretenidas en familia. Yo los veía como personas anticuadas que no tenían deseos de vivir una vida alocada y descontrolada.
    
    El primer día del verano, un domingo muy caluroso, me avisaron que tenían pensado pasar el día entero en un balneario ubicado a varios kilómetros de la región, pero tenían que partir a la mañana para volver antes del anochecer. Me pidieron que cuidara la casa, que le diera de comer al perro y que limpiase los pisos porque ellos iban a estar exhaustos por el viaje y no tenían deseos de hacer nada para cuando volviesen.
    
    La casa de mis padres era amplia: tenía un patio verdoso con rejas negras, vestíbulo con escalinata, cuarto de estar, cocina, comedor, baño, tres habitaciones, lavadero, galería y un fondo rodeado por muros de ladrillo. Las paredes eran celestes y los pisos estaban revestidos con cerámicos marrones. En época invernal la vivienda era muy fría y en época veraniega era muy caliente. Todos los muebles eran de algarrobo y las puertas eran metálicas.
    
    En aquel entonces, el guardián de la casa era un morrocotudo pitbull llamado Marlon de cuarenta y cinco kilogramos, pelaje marrón, vientre pajizo, ojos cetrinos, hocico ancho, bigotes torcidos, orejas cortas, rabo extenso y patas ...
    ... fibrosas. A diferencia de otros perros de su raza, él era cariñoso con la gente que conocía. Aun teniendo cinco años de edad, se comportaba como un cachorrito destetado a destiempo. Yo interactuaba poco con él porque era bruto cuando se emocionaba.
    
    Después del mediodía, un imprevisto corte de luz dejó el barrio en absoluto silencio. Las moradas del vecindario parecían hornos por lo calientes que se volvían, todos los vecinos salían del interior y se quedaban en el fondo para refrescarse un poco; en cambio, yo preferí quedarme adentro, esperando a que la energía eléctrica volviese. Me recosté en el piso de mi alcoba, cerré los ojos y aguanté el sofocante clima por varios minutos sin moverme.
    
    De repente, sentí que me lamieron los pies y abrí los ojos. El perro había ingresado por la puerta trasera que había quedado abierta y se infiltró en el interior de la casa. Como ya le había dado de comer supuse que no tenía hambre. Lo que quería el animal era compañía humana, alguien que lo acicalara y le diera afecto. Fue entonces que, sin más opción a la cual recurrir, apoyé las posaderas en el piso frío, me recosté sobre la pared y calmé al perro con palmaditas y caricias. Le ordené que se sentara y me hizo caso al instante. Mi padre lo había entrenado desde que era cachorro, por eso siempre obedecía a sus dueños.
    
    Pasé un largo rato acariciándolo desde la cerviz hasta la mitad del lomo, sin darme cuenta de lo que ocurría alrededor. En un momento dado, cambié de parecer y le rasqué ...
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