1. Ayer seduje a mi peluquera


    Fecha: 19/07/2017, Categorías: Lesbianas Autor: Margaryt, Fuente: CuentoRelatos

    ... confundida.
    
    —No se enterara nadie, solo un beso en el centro.
    
    —Pero te daré solo un beso; ¿vale?
    
    —Vale Irene, dámelo ya, que estoy hirviendo por ti.
    
    —Cómo eres Margarita, ¡Qué vergüenza!, cómo me has convencido bribona.
    
    Allí estaba yo ayer, con veinticuatro años, a punto de recibir un beso en mi coño, de una mujer cuarentona y casada y, además, ¡mi peluquera de toda la vida!
    
    Todo estaba en silencio, alcé mi cuello para verla "aterrizar" en mí. Irene, desde los pies de la cama, acercó su cabeza a mi sexo y me estampó un pequeño beso en el centro de la raja. Cerró los ojos y comenzó a darme lametones en mi coñito, de abajo a arriba; metiéndome toda la lengua en la vagina, ¡me quería morir de gusto!, como restregaba su cabellera castaña contra mis muslos. Se separó, me miró a los ojos y comenzó a pasar la punta de su lengua por todo mi sexo, mirándome a los ojos y al coño alternativamente con cara de felicidad... lo intenté, pero no pude más. Me corrí, con una contracción salvaje, tan intensa que, ¡mi flujo salió como un chorro!, tan intenso que se estampó en la cara de Irene. Ella apretó los labios y se limpió el ojo derecho; me susurró:
    
    —A sido sin querer, no me conformé con un beso Margarita y te he provocado esto.
    
    ¡La pobre!, que inocente tan mayor.
    
    —Irene, no me digas que fue sin querer, ¡dime que fue queriendo! Ahora me toca a mí.
    
    —Como.
    
    —Comiendo, ¡pues comiéndote yo a ti el coño!, Irene.
    
    —Te apetece, Margarita; mi cuerpo no es tan ...
    ... joven como el tuyo, aunque estoy deseando tener un orgasmo junto a ti.
    
    —Pues que sepas que me gustan mucho las maduras como tú, saben hacerlo con más cariño que las de mi edad. Bájate las bragas y túmbate tú ahora en la cama.
    
    Se bajó las bragas, se quitó toda la ropa y el sujetador también. Con la misma esponja con la que me había lavado se lavó también su sexo. Yo me desnude igual que ella, del todo; la minifalda la había manchado con mi flujo vaginal. Sus pechos grandes y sus pezones gordos y oscuros contrastaban con mis pechos, también grandes, pero claritos y de pezones rosados. Habló ella:
    
    —Margarita, habrá gente en la puerta esperando, puse cinco minutos.
    
    —Pues mañana les dices que se complicó la cosa, ¡no!
    
    —Pues sí, ¡qué coño!
    
    Se tendió en la cama y le chupé los pezones como si fueran bombones; le mordí un pezón y después metí mi cara entre sus muslos morenos, poco caídos para su edad. Bajé hasta su sexo, menos grueso que el mío pero más alargado, sin afeitar, pero recortado, piel recia en sus labios externos y algo oscura en el interior, como una perla negra.
    
    De medio lado le mordí el bollo entero, me llené de ella, necesitaba hacerla gemir. Succioné sus labios como si me los tragara, dio gritos de placer y se corrió, solo sentí más calor en mi boca. Nos quedamos unos minutos juntas en la cama, yo posé mi cabellera pelirroja en su pecho izquierdo y ella me preguntó:
    
    —¿Lo haremos más veces?
    
    —Si tú quieres, no lo dudes Irene.
    
    Me fui a mi casa ...