1. Mi hermana, mi ama


    Fecha: 18/04/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Tercera parte. El debut. Y llegó el día de nuestro debut como actores porno. Oscar vino a recogernos a la puerta de casa. Lidia ya le había explicado que madre también vendría con nosotros. En principio no le pareció mal, solo que temía que estropeara la función, no la conocía. Por el camino nos fue informando; eran cinco amigos, dos abogados, un juez, un policía y el dueño de un gran comercio, todos ellos con mucho dinero. Se conocían de toda la vida, eran de un pueblo situado a unos cien kilómetros de la capital. Vecinos, el mismo colegio, instituto y universidad. Inseparables, habían cometido algunas fechorías en su juventud, violaciones en grupo a alguna aldeana, robos a pequeña escala, solo por el morbo de robar. En fin, no les habían cogido nunca, pero si lo hubieran hecho, no les habría ocurrido nada, sus padres eran gente con recursos, caciques, gente rica del pueblo que taparía cualquier maldad. Se reunían con bastante frecuencia para pasarlo bien con las orgias que les preparaban. En esta ocasión, la organizó Oscar… con nosotros. Nos explicó que Lidia y yo recrearíamos el momento en que ella me pilló viéndola orinar y como ella se aprovecho de aquello para convertirme en su esclavo… Para eso llevaba ropa de niña, para ella y de niño, pantalón corto, para mí. No me convencía mucho. Lo pasé muy mal hasta que convencí a mi madre, para que me hiciera unos pantalones largos y ella me los hizo de pernera estrecha, cuando yo los quería de campana… Lidia me miró y me callé. ...
    ... Oscar nos condujo a una barraca típica valenciana, en medio de una gran huerta, propiedad de uno de los señores. Antes de bajar nos advirtió, sobre todo dirigiéndose a madre, que debíamos obedecer en todo lo que nos dijeran los amos. Si le hacíamos quedar mal a él, lo pagaríamos con creces. La barraca era amplia, estaba dividida en dos partes por un muro con una puerta que daba acceso a una segunda sala muy amplia, diáfana, sin más decoración que unas sillas arrimadas a las paredes. El techo de cañizo sobre unas vigas de madera como soporte. El suelo de baldosas de cerámica roja, estaba cubierto, más de la mitad, por alfombras, con muchos cojines. Una chimenea en la parte izquierda y una mesa larga y estrecha, a lo largo de la pared contraria, sobre la que había bebidas, refrescos, platos de jamón, chorizo, queso, en fin, un pequeño banquete. Éramos los primeros en llegar. Oscar nos entregó los vestidos que debíamos ponernos Lidia y yo. A madre le dijo que se sentara en un rincón y estuviera quieta, viera lo que viera. Nos llenó unos vasitos con aguardiente y nos los tomamos. Dijo que nos animaría. Al poco llegaron dos coches a la puerta, eran Seat 1500, negros, se apearon cinco hombres y tres mujeres. Según Oscar eran las esposas de tres de ellos, tan viciosas como sus maridos, que los acompañaban en las orgías que él les organizaba. De unos cuarenta y cinco a cincuenta años todos ellos, las mujeres parecían más jóvenes, de menos de cuarenta. Con ropa elegante y cara, según ...
«1234...7»