1. En casa de mi cuñado


    Fecha: 17/03/2018, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... acariciaban sus pechos y sus pezones, sino también un par de manos húmedas... Anheló tocar esa herramienta preciosa que la subyugaba y aferrar el par de bolas morenas que su memoria sabía adheridas a la verga...
    
    Entonces, tal como había visto hacer a su hermana, sus pequeñas manos se llenaron de la carne prohibida pero soñada, sintiéndolas tan agradables y tan suyas en aquel momento, que no pudo resistir más, lanzándose en un vórtice de fuego y alcanzando un enésimo orgasmo, tan distinto a los anteriores, tan líquido como nunca había sentido. Y enseguida, como colgándose de su orgasmo, sintió un torrente de fuego líquido que salía de la verga, chocando en su interior, inundándola y haciéndola desfallecer. Milena estaba hecha un torbellino, el intenso goce recibido aún latía en sus entrañas. Sus muslos cansados, se relajaban poco a poco, mientras sus tejidos vaginales, hasta hace unos momentos muy distendidos, se replegaban tornando a sus posiciones originales. Estaba mojada y caliente, sobre todo en sus rincones mas preciados. Por el hermoso canal entre sus nalgas fluían suavemente los jugos mezclados, apozándose en las sábanas. Mantenía sus ojos ...
    ... cerrados, disfrutando cada segundo de la experiencia. A su lado, también desfallecido, Ernesto hacía lo mismo. Entre sus piernas abiertas palpitaba su verga, todavía alzada. Sobre la cabezota brillante, asomaba una gota cristalina...
    
    El placer que había recibido no podría ser borrado de su memoria. Había disfrutado a su cuñada de una manera muy distinta a las ahora rutinarias noches de amor con su mujer. En esos momentos no pensaba en las eventuales consecuencias o secuelas, que el encuentro podría tener. Sólo pensaba en la gratificación y la dicha de estar allí, con la hermosa joven, desnuda y a su disposición, respirando a su lado, tan al alcance de sus manos...
    
    No cesaba en sus cavilaciones, cuando sintió la suavidad de unos labios ardientes posándose sobre su pene. Abrió sus ojos. Era Milena que besaba su verga, sorbiendo y lamiendo con deliciosa maestría. Sus dientes y su lengua le aplicaban un exquisito tratamiento reanimador. No se dijeron palabra alguna. Sus miradas se cruzaron y eso fue suficiente. Ambos se desentendieron de las dudas y temores. Había que concluir lo iniciado, aunque la vida, estaban seguros, no volvería a ser igual. 
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