1. En casa de mi cuñado


    Fecha: 17/03/2018, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Era una noche calurosa de enero. La casa estaba en silencio. Ernesto se levantó y salió al pasillo, dispuesto a ir hacia la cocina y beber un vaso de refresco. Acostumbraba a caminar a oscuras, así que no encendió ninguna luz. Avanzó y cuando pasaba frente a la habitación de su cuñada, creyó sentir ruidos. Se detuvo y apegó su oreja a la puerta. Efectivamente, en el interior se escuchaba un murmullo, suave. Prestó mayor atención y alcanzó a oír, algo como un quejido, y suspiros entrecortados.
    
    En la habitación estaba Milena, la hermana de su mujer. Era una hermosa joven, de 19 años, que estaba en el primer año de universidad. En el silencio de la noche le pareció distinguir, claramente una especie de gemidos y suspiros, muy parecidos a los ruidos que emitía su mujer cuando hacían el amor. -¿será posible...?, se dijo a sí mismo- está haciendo el amor..., no, no, se está masturbando... Se inclinó y trató de observar por la cerradura. Se distinguía una tenue luz en el interior, se divisaba una parte de la cama, y sobre ella se alcanzaba a ver las piernas de Milena, que se movían como haciendo el amor, como si tuviera un cuerpo entre ellas. Pero no podía divisar nada más. Sin embargo, con lo que veía, bastaba para que su mente construyera la imagen faltante. Su pene de inmediato reaccionó, irguiéndose bajo su pijama. Tuvo que aplacarlo con una mano, aferrando su verga.
    
    Milena se retorcía en el lecho, acariciando su vulva con una mano, mientras la otra apretaba sus pezones, ...
    ... duros como cerezas. Sus ojos entrecerrados, evocaban muchas imágenes eróticas que le subían mucho más sus grados. Sus dedos se introducían en su vagina, retozando en medio de la jugosa carne. Sentía que desfallecía, y gemía de modo incontrolable. Su lengua acariciaba sus labios, y sus dientes la mordisqueaban como deseando tener algo más grande y duro entre ellos. Estaba haciéndose una paja exquisita. En sus imágenes aparecían vergas enhiestas atacándola, mientras ella las tomaba y las estrujaba. Allí estaba Eduardo, su novio del año pasado, que la penetraba con fuerza, y también Víctor, el que lo sucedió, que se la metía en su boca, llenándola de leche. Y aparecía, en chispazos, Juan Ernesto, el profesor de Retórica, que le ponía entre sus pechos su verga morena y tiesa, palpitante. También colaboraba Ernesto, su cuñado, el primer hombre extraño que había entrado a su casa y al que había espiado justamente en la noche de bodas, admirando por primera vez una polla erecta, mientras se montaba a su hermana... Y uno tras otro se mezclaban, la poseían, le chupaban y masajeaban, entre las piernas, su culo, sus pechos, en fin, era una orgía imaginaria, pero en ese momento tan real, que la hacía acabar, en un orgasmo lento y continuo, delicioso.
    
    Ernesto no aguantaba su verga, la sola presión de su mano había aumentado el tamaño, y en lugar de aplacarlo, obtenía que gotas de líquido corrieran por su pijama. Su oído se esforzaba por no perder detalle... su mano tomó la manija y la ...
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