1. La segunda vez


    Fecha: 28/02/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    LA SEGUNDA VEZ
    
    Anónimo
    
    Había estado por primera vez con él en la playa. El momento de gozo entonces había sido efímero, por el temor de que alguien pudiera vernos. Sin embargo, esa noche nos volvimos a ver en la feria, y sentí que mi corazón daba tumbos en las paredes del pecho. La impresión de la primera vez todavía me duraba.
    
    Anduvimos un rato juntos, admirando las artesanías y los puestos de comida, platicando de cosas sin importancia. Entonces llamó mi atención sobre la luna llena que brillaba, blanca y enorme, sobre nuestras cabezas, como aquella ocasión en que nos encontramos. Yo me sonreí y él también. Me dijo que le gustaría ir a ver la luna desde el río, y nos salimos de la feria para tomar un camino paralelo a la carretera. Gonzalo vestía aquella noche de primavera con un pantalón de mezclilla y una camisa verde bosque que hacía resaltar su atlética figura, y calzaba botas vaqueras.
    
    A sus veinte años sólo tenía ese suave bigote y unos cuantos pelos en la barba bien rasurada, que tal parecía que no le crecía nada. Tampoco tenía vello en el tórax, y apenas una delgada línea de vellos un poco abajo del ombligo.
    
    A un costado de donde pasaba la carretera el río formaba una curva, cuya rivera estaba cubierta de una vegetación espesa. Sin embargo, los dos sabíamos por donde se podía pasar hasta un pequeño claro de unos tres o cuatro metros cuadrados, debajo de uno de los enormes árboles que circundaban el contorno de las aguas. Desde allí solíamos echarnos ...
    ... clavados porque en aquella parte el río tenía más profundidad. El suelo era arenoso y seco, y cuando nos quitamos los zapatos advertimos que estaba ligeramente frío. Gonzalo se quitó la ropa y puso la camiseta y su pantalón como colchón sobre la arena. Yo también me desvestí y acomodamos mi ropa junto a la suya para hacer más grande el espacio. Nuestras camisas quedaron colgando sobre las ramas. Nos acostamos boca arriba, uno junto al otro, y ciertamente, en aquel claro la luna brillaba intensamente, sin que ningún resplandor la pudiera opacar. La luz nos proporcionaba una suave claridad y a nuestro alrededor se oía el viento de la primavera moviendo las hojas de los árboles. La noche era magnífica.
    
    El tendió un brazo hacia mí y coloqué mi cabeza en él. Empezamos por darnos un tímido beso y luego otro más audaz. Tomó mi mano y la guió hacia su sexo todavía cubierto por un calzón blanco, claramente visible en la penumbra. El bastón que llevaba allí comenzó a crecer. Yo lo había visto apenas brevemente durante nuestro encuentro en la playa, tan enorme que mis ojos asombrados no creían lo que estaban contemplando. Pero así era. Medía unos 23 o 24 centímetros de largo por 5 o 6 de grosor. La saqué del calzón y comencé a sobarla, mientras seguíamos besándonos. El besó mi nuca y yo sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Sus manos me rodearon y empezó a acariciarme los glúteos, por debajo del short negro.
    
    Quítatelo, dijo, y me desvestí completamente, dejando mi anatomía a ...
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