1. La vegana despreciada


    Fecha: 18/02/2018, Categorías: Humorísticos Masturbación Voyerismo Autor: josuecali, Fuente: xHamster

    ... algo popular. Era el gordo optimista, podría decirse, el que cae bien a todo mundo, el que no tiene malos pensamientos, el tierno buena gente. La muchacha que antes me elogió mis bíceps, me permitió, cuando hubo más confianza, ayudarla con las mancuernas, me ponía detrás de ella para sostenérselas y darle ánimos. No sé cómo pude aguantar las erecciones, quizá la idea de estar en un templo, pero cuando llegaba la noche, en la ducha, me venían las erecciones todas juntas, “qué culo, qué delicia, qué angel”, pensaba, al tiempo que me masturbaba. Sin mentir, comencé a verme más fornido, no más delgado, simplemente más fuerte, era un gordo fuerte, se podría decir, robusto, un oso, grasa y músculo al por mayor. No me importaba, me sentía bien. Y la mujer delgada me intrigaba cada vez más porque era muy amable con todo mundo, como si no supiera lo buena que estaba. Debía rondar los 33 años. Pero tiene que creerme, su cuerpo era exquisito, delgado, sin grasa, sin demasiado músculo, sólo el suficiente, una delicia. Debería medir 1, 60 m y pesar cuando mucho 53 kilos, exquisita, como dije. Me sentía tan en confianza, que cuando me iba y ella llegaba o se quedaba, al pasar le decía “échale, échale, vamos, tú puedes”, y me respondía cualquier cosa amable, “claro, a darle, que te vaya bien”, sin pasar a nada más. Un día, al llegar, uno de mis amigos hablaba con ella en la caminadora. Me coloqué en otra caminadora, no en la de atrás, en otra alejada, para que no me dijera nada después de ...
    ... que le veía el culo. Son cosas que no quieres que se sepan de ti. Después, platicándo con él, me dijo que era un encanto de mujer, tenía dos hijos, era madre soltera, fotógrafa y era vegana, ¡vegana!, ¡con razón ese cuerpo!, ¡qué disciplina! Además, decía, no era una monja. Al parecer, me dijo mi amigo, varios integrantes de nuestra comunidad del gimnasio habían salido con ella, siempre obteniendo un poco de cariño de ella. Cada día me contaba algo nuevo de ella: alguien, un instructor, alguien recién incorporado al gimnasio, había salido con ella y se la había cogido, a otro se lo había chupado, en fin, una barbaridad que no te creías de verla, de aspecto tan ingenuo. La comencé a ver con más descaro. Siguió igual, parecía disfrutar. Le veía directamente el culo sabiendo que me podía ver, y ella muy normal, toda sonrisas. O me aguantaba la mirada. Yo, levantando pesas, hacía fuerza y pensaba que me la cogía, y ella, en las maquinas para hacer culo y pierna, sonriendo, dejándome deleitar con su cintura, su cara, su culo, su esencia. Mi amigo me llegó a contar tantas cosas de ella que un día me acerqué a platicar con ella, cuando y a me iba. Qué mujer. Tranquila, amable, inteligente, bien hablada, servicial, como una santa. La invité a salir: “claro”, le dijo, “te dejo mi número y nos ponemos de acuerdo para tomarnos un cafecito”. Wow, ¿en verdad había ocurrido eso? ¿Yo había conseguido una cita con ese forro de mujer? Claro, me veía más musculoso, me sentía más seguro. En fin, ...