1. Mi hermana Julia - 4 -


    Fecha: 26/01/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... se creó una complicidad implícita para nuestros hábitos de masturbación. Cada uno se masturbaba pensando en el otro. No sé si Julia se pajeaba a diario antes, pero estaba claro que la rutina también empezó a apoderarse de ella; la ceremonia de hacerse el dedillo cada mañana antes de entregarme sus bragas era ya más que evidente: no me cabía la más mínima duda. Julia no hacía nada para evitar sus sollozos y suspiros de placer y yo la podía oír perfectamente desde mi cuarto. Ella lo sabía y me provocaba. A veces sus quejidos llegaban a grititos, casi eran aullidos de placer, que se mezclaban con pequeños hipidos frenéticos; menos mal que no había nadie en casa por las mañanas. En aquellas ocasiones yo me quedaba muy quieto y callado en mi cuarto, para poder captar a través del tabique cada detalle de sus juegos sexuales; hubo mañanas en las que me corría sólo con oírla, incluso antes de tener sus mojadas bragas sobre mi cara. Una de esas mañanas llegué a la conclusión de que aquello no podía seguir así; tenía que intentar convencer a mi hermana para dar otro paso más en nuestra relación. Y decidí no esperar más: lo que tengas que hacer, cuanto antes, mejor, -me dije-. Así que un día, a mediados de Julio, cuando ya habíamos terminado las tareas domésticas y Julia estaba en su habitación leyendo y escuchando música, me acerqué a su cuarto y llamé a la puerta. No obtuve respuesta; la música estaba algo fuerte. Volví a llamar con la palma de la mano, golpeando sobre la puerta ...
    ... más reciamente. - Sí, contestó Julia. - ¿Puedo entrar? - Sí. pasa. Julia bajó el volumen de la música. Abrí y vi a mi hermana recostada sobre la cama con un libro sobre su regazo, mirando hacia la puerta. Vestía unos vaqueros cómodos, de esos de estar por casa, y una camiseta blanca, grande, con un dibujo publicitario de una conocida marca de refrescos. Desde la puerta, sin darle tiempo a decir nada, arrojé a los pies de su cama las bragas que ella me ofreció esa misma mañana. Julia se enderezó, se sentó al borde de la cama, las miró, las cogió y, tras observarlas un instante, las dejó sobre la cama. - Hoy no te has corrido sobre ellas, Luis. No hay restos de semen. - No Julia; hoy no lo he hecho; pero tú sí que te has corrido con ellas puestas ¿eh? Mira la mancha. - Bueno, sí. Supongo que me puedes oír por las mañanas ¿no? Antes yo hacía todo lo posible por contenerme, pero ahora ya me da igual; yo también te oigo a ti, o sea, que no creo que te moleste ¿no? - No me molesta lo más mínimo, Julia: ¡me encanta! Por eso te he devuelto las bragas; ya no las utilizo para correrme con ellas. Ahora me masturbo al mismo tiempo que lo haces tú. En cuanto te oigo suspirar cada mañana empiezo a hacerme una paja. Me guio con tus suspiros y gemidos de placer, así que cuándo me das tus bragas ya me he corrido. A veces, hasta nos corremos los dos al mismo tiempo. Por eso ya no las necesito para correrme, Julia. - Bueno ¿y qué?, respondió, alzándose un poco más sobre la cama y quedando en ...
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