1. Carlitos era casi un niño cuando se me entregó: Coyote Cojo


    Fecha: 25/01/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Alguna vez recibí la solicitud de amistad de un morrito por feisbuk. Literalmente era un morrito, un niño. En su foto de perfil se apreciaba una cara morena y pequeña, de nariz afilada y respingada, ojos ligeramente rasgados, labios pequeños y delgados con un ligero brillo, cabello corto y dócil, así como oscuro, al igual que sus ojos, sonriente y, reitero, muy joven. Al pasar los días compartíamos charlas por ese medio y de inmediato manifestamos nuestros lados puercos, sosteniendo conversaciones calientes. Él me invitaba a su casa, para cogerlo, pero no me animaba porque me pedía que lo hiciera como supuestamente lo hacía su novio, que entraba a su casa por la madrugada, mientras sus padres y hermanas dormían, para darle verga al pueril y hambriento culo en entre sus nalguitas bramaba. Sin embargo, había una razón aún más poderosa para animarme: Carlos, Carlitos -que era su nombre, era menor de edad. Tenía 16 frescos y aromáticos años, mientras yo andaba en los 23 también calentísimos 23. Ya se imaginarán, que ante tal oportunidad y provocación, tenía yo que caer. Blanco, castaño, con cabello y barba crecidos, nariz aguileña, bien parecido, de 1,73 metros, 68 kilos, varonil y velludo, con huevos grandes, colgantes, y verga delgada de 16 centímetros y curva hacia mi izquierda. Al ir avanzando las charlas, me dijo que alguna mañana no iría a la escuela, mientras que sus hermanas sí y sus papás al trabajo. Yo hasta pedí permiso de cambiar horario en el trabajo para poder ...
    ... estar ahí y así fue. Con un muy singular primer momento. Llegué a su casa, a las nueve de mañana y al aproximarme pude reconocerle en la puerta, mientras atendía a unas testigas de jehová. No me detuve, le vi rápidamente a los ojos mientras ambos asentíamos y crucé la puerta como si hubiera sido mi casa, dando el buen día a las predicadoras y a él. Distinguí la sala y me fui a sentar por ahí unos segundos, hasta sentirme inquieto por ver las fotos familiares expuestas en las áreas comunes de la plana baja, para llevarme una tremenda sorpresa, además de la inquietud que traía con la primera impresión al ver a Carlitos, que me pareció muy pequeño, en términos fisionómicos, como para tener 16 años de edad, y la sorpresa fue conocía a su padre por haber compartido con él algún proyecto de trabajo, personaje famoso en algunos ámbitos de Morelia. Por fin entró y pude contemplar su pequeñez de unos 150 centímetros de alto y la lozanía de su rostro, cuyos ojos oscuros brillaban. Entre la charla aclaramos su edad. Tenía 13 años el además delgado morro. Yo moría de nervios y él me conducía por los espacios de la casa y a la planta alta, donde estaba su cuarto y, una vez ahí, yo desconcertado y aún sin asimilar del todo lo que venía, por la juventud del niño, comenzó el faje, intenso y con escasas palabras, la mayoría de mi parte. Le cortejé y seduje alagando sus atributos, que eran muchos, y comenzamos a desnudarnos, hasta quedar él desnudo y yo en calzones. Delicioso Carlitos, moreno, ...
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