1. A fuego lento, final


    Fecha: 21/01/2018, Categorías: Gays Autor: franc, Fuente: RelatosEróticos

    Después de ese beso que me dejó sin aire y sin entender mucho lo que estaba pasando, Eduardo comenzó por quitarme la remera y me besaba y lamía el cuello, las tetillas, cosa que me hizo gemir de placer. Eduardo se detuvo allí, me las besaba, las mordía y me las chupaba haciéndome delirar de tanto gusto. Allí se quedó unos minutos mientras que con una mano seguía aprisionando mis muñecas aunque ya no hubiera resistencia de mi parte. Pero Eduardo era un macho alfa y le excitaba tener el control.
    
    Luego siguió bajando por mi vientre besando y lamiendo mi piel erizada por su lengua. Me quitó el short y me giró dejándome boca abajo, para dedicarse a mi colita la que golpeó con su palma varias veces hasta hacerme gritar mientras sostenía mis brazos cruzados en mi espalda. Metió su nariz entre mis nalgas y luego su boca. Aspiraba aire por la nariz y lo lanzaba caliente por la boca directo a mi ano. Yo estaba completamente entregado, gimiendo como animal y delirando de placer.
    
    Eduardo entonces comenzó a meterme su lengua. Lamía mi ano, me penetraba con su lengua, me seguía doblegando para dejarme completamente a su disposición.
    
    Luego volvió a girarme boca arriba, se sentó en mi pecho y me puso su verga en mi cara sin permitirme tocársela con mis manos.
    
    Después de refregarla bien por toda mi cara, me la metió en la boca para que se la chupara lo cual hice casi que con desesperación mientras nos mirábamos a los ojos y adiviné el placer del triunfo en su mirada.
    
    Comenzó ...
    ... a mover sus caderas adelante y atrás. Me la metía hasta la garganta y se detenía allí, para ver cómo yo hacía arcadas y lagrimeaba. Me dejaba tomar un poco de aire y repetía la operación con cara de placer.
    
    Después de unos minutos de cogerme por la boca, se hincó en la cama y puso mis piernas en sus hombros y me clavó de una. Yo lancé un grito de dolor y placer por lo que estaba experimentando. Eduardo se movía como un maestro dentro de mí. Su verga era gorda con una curva hacia arriba y me daba duro. A veces se detenía, la sacaba de a poco y me volvía a ensartar de un sólo golpe. Yo gemía, gritaba, le pedía más y más y más...
    
    De repente me di cuenta de que a escasos 10 centímetros de distancia, el adonis rubio había despertado y me miraba con cara de lujuria mientras se pajeaba lentamente. Me dio mucha vergüenza pero a la vez sentí mucho morbo de que alguien estuviera viendo cómo Eduardo, mi dueño, me taladraba sin compasión.
    
    Pero no era el único... también había dos muchachos más, los dos con cara de sueño, desnudos y también pajeándose, uno de barbita sentado en el silloncito junto a la cama y otro un poco más gordito de pie que me miraban, se reían y comentaban cosas sobre mi.
    
    De pronto Eduardo comienza a tener unos temblores y con un grito como bramido anuncia que me inundaría mi culito de leche, la que no se hizo esperar.
    
    Después de acabarme adentro me volvió a refregar su verga por mi cara y me ordenó limpiársela con mi boca, cosa que hice sin dejar de ...
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