1. A C le gusta por detrás


    Fecha: 31/12/2017, Categorías: Anal Autor: orgasmus, Fuente: RelatosEróticos

    C no es una chica normal. Nos conocimos hará unos 4 años, en una noche de fiesta. Ya había caído la noche y nos disponíamos a hacer botellón en un piso. Las previsiones eran bastante buenas: demasiado alcohol y un buen número de chicas.
    
    Llevábamos un par de copas cuando C entró en el salón. Me quedé absolutamente embobado mirando cómo pasaba por delante de todos, saludaba y se sentaba en el sillón situado a mi derecha. Rubia, ojazos verdes, estatura media (más bien tirando a pequeña), pechos normalitos y un culazo de los que se quedan grabados en la memoria. Me pasé la noche pensando en la cantidad de cosas que podría hacer yo con semejante belleza.
    
    La putada fue enterarse que el gilipollas que estába diciendo tonterías todo el rato era su novio. Después de cagarme en él unas 1.000 veces esa noche, desaparecieron sin más, y no volví a saber de ella en un tiempo.
    
    Casualidades de la vida, C tuvo que venir a estudiar otra carrera a mi ciudad. A parir de entonces, comenzó una ciber-amistad entre nosotros mediante Facebook, porque lo cierto es que nos habíamos visto unas 2 ó 3 veces en un par de años. C había dejado al gilipollas de su novio, y había empezado otra relación con un chaval de un pueblo cercano.
    
    Una buena noche, después de unas cuantas copas, unos chupitos y risas con mis colegas, Jose me pega un codazo y me indica con la cabeza que mire a las escaleras de entrada. Me giro y veo a C y a su grupo de amigas entrar en el garito donde nos estábamos poniendo ...
    ... finos. Hubo un momento en el que todos mis amigos se quedaron en silencio contemplando la escena, e incluso a alguno se le desencajó la mandíbula. Si ya de por sí C es una chica bastante espectacular a la vista, complementada con un vestidito negro ajustado, que no le tapaba mucho más abajo del culo, ya ni os cuento.
    
    Nada más entrar, nuestras miradas se cruzaron, y me dedicó una sonrisa. Después de presumir un poco, o más de un poco, ante mis colegas, me dirigí a saludarla. En cuanto me agaché para darle dos besos (soy alto, mido 1,91, y de complexión fuerte), me dí cuenta de que la copa a la que le iba a invitar no iba a ser la primera que se había tomado esa noche.
    
    No recuerdo muy bien cuánto tiempo pasó, pero cuando se quiso dar cuenta sus amigas habían desaparecido. Mis colegas no, siempre son los últimos en irse de cualquier garito los muy cabrones. Debido a nuestro estado de embriaguez y al plantón que le habían dado sus amigas, me ofrecí a acompañarla a casa. Nunca hay que dejar que una damisela vuelva sola a casa. Ella accedió sin mayores reparos, y nos pusimos en marcha después de aguantar las coñas de mis amigos.
    
    Una vez llegamos a su portal, nos sentamos en las escaleras y estuvimos hablando otro intervalo de tiempo. Esta vez los temas fueron más interesantes, como la dificultad de las relaciones a distancia, etc, etc. Me acabó confesando que su relación sentimental estaba sufriendo un pequeño bajón, y yo no necesitaba oir más. Nos pusimos en pie y, tras ...
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