1. Solitaria en la noche


    Fecha: 02/12/2017, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    El traqueteo de unas maderas chirriando te despierta.
    
    Unos golpes acompasados contra la pared, captan todo tu interés.
    
    Unos ahogados gruñidos de esfuerzo, despiertan tu morbosa curiosidad.
    
    Pero unos grititos de placer, simplemente joden.
    
    Tú te enfadas. Sabes que lo que no te deja dormir no es el ruido, sino la envidia.
    
    Te gustaría ser tú la que se está abriendo de piernas ante un bombeante cilindro de carne.
    
    Te gustaría ser tú la que saborea sin parar ese embutido masculino mientras masajea unos peludos y endurecidos testículos.
    
    Te gustaría ser tú la que araña una espalda y muerde un cuello a causa del escozor que están provocando en tu entrepierna.
    
    Pero no eres tú, es tu compañera de piso.
    
    Lo que no envidias es la excitación y la humedad en las ingles. Nunca se envidia lo que se tiene.
    
    Rabia. Rabia por no haber aceptado la invitación. Mientras tú has preferido descansar de un día de duro trabajo, tu compañera de piso se ha llevado el gato al agua (o la polla a la entrepierna, por lo que se ve).
    
    Ni siquiera le has visto, pero estás convencida que es el mejor amante del mundo, con la polla más larga y gruesa que puede existir y que, además, la sabe usar como nadie que hayas conocido en tu triste vida.
    
    La palabra "Dios" retumbando en las paredes contiguas te hacen replantear tu agnóstica existencia, mientras tu mano, muerta de frío, se dirige al lugar más caliente en kilómetros a la redonda, sin importarle lo que la Iglesia diga al ...
    ... respecto.
    
    Sólo quieres apagar ese fuego que te reconcome las entrañas. Sólo quieres comprobar si estás tan mojada como crees. Sólo quieres sentir lo que ella siente. Sólo comprobarlo y luego, a dormir.
    
    Notas un dedo cruzando el vello de tu pubis. De nuevo te dices a ti misma que sólo quieres mirar si estás muy mojada.
    
    El incremento del ritmo de los golpes en la pared, dotan de vida propia a tus dedos que ya se han metido dentro de tus ropas. Definitivamente dejas lo de dormir para más tarde.
    
    Los dedos siempre superan empíricamente, lo que la mente ha imaginado. El calor infinito los rodean mientras rozan el clítoris. Conocedores de tu cuerpo más que tú misma, saben que aún es pronto para eso. Con sigilo, bajan más, encontrando un hueco ansioso de ser llenado.
    
    Convertidos en cuchillos al rojo vivo se hunden en la depilada mantequilla de tu entrepierna.
    
    Arqueas la espalda un poquito.
    
    Abres la boca levemente.
    
    Cierras el esfínter para abrazar, con sincero amor de tus músculos vaginales, a esos útiles apéndices que Dios te ha dado.
    
    A medida que el dedo te autopenetra, intentas ahogar el jadeo que nace en tu garganta, como si el interior de tu cuerpo tuviera que compensar lo que tus dedos han llenado.
    
    Sólo lo intentas, no lo consigues.
    
    El sexo está tan lleno de intenciones……
    
    El jadeo va aumentando a medida que el dedo llega lo más hondo que puede, separando tus paredes, notando cada pliegue y untándose con su humedad.
    
    Lo querrías mantener ahí toda la ...
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