1. Mi fijación machista con la hermana del Pocho.


    Fecha: 27/04/2020, Categorías: Primera Vez Tus Relatos Autor: Sara Martin, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    EL POCHO.
    
    	Salí de mi primera infancia con dos tomas de conciencia evidenciadas. La primera fue cuando me pregunté que habría después de la muerte, lo comparé con mis sensaciones de antes de nacido y la vacía y absoluta nada me causó un ataque de angustia. La angustia físicamente me horadaba el vientre y anímicamente me dejaba la vida sin sentido. Como leí muchos años después, la vida es un cuento absurdo narrado por un idiota. Me acostumbré por fuerza a la finitud vital pero no volví a encontrar sentido alguno a la existencia. Tan solo vivir lo que nos encuentre, ya que estamos, mientras nos vamos desvaneciendo en el aire.
    La segunda, una tarde que mirando fijamente mi pene infantil sentí como unas cosquillas. Era un conito que servía para orinar. Desde ese día, cuando me venía el cosquilleo, lo acariciaba, Pero el penito empezó a cambiar. De cono a delgado cilindro. Cuando acariciaba su nueva forma fue apareciendo una cabecita en la punta, particularmente sensible. Compartida la novedad con amigos de mi edad, mejoramos las técnicas acariciantes y se fue engrosando y alargando, su cabecita empezó a darnos desconocidos gustos.
    
    	El Pocho era el líder de nuestra pandilla. Apenas mayor pero más grande, pero sobre todo de carácter agresivamente desenfadado. Suya fue la idea de compararlos, tal vez porque sabía que el suyo no tenía rival en tamaño ni en turgencia. Cuando nos masturbábamos en grupo, en realidad éramos tres o cuatro, conocimos la eyaculación; por cierto la ...
    ... suya fue la primera, motivo de asombro y de admiración. A veces alguno aparecía con una lámina de mujeres desnudas o casi, y nos excitaba a la masturbación colectiva desenfrenada, cruzando chorros seminales con grititos de triunfo. Por cierto la descarga más abundante también era la del Pocho. Teníamos mucha curiosidad por cómo sería el cuerpo femenino que imaginábamos con muchos errores. Para poner un ejemplo, jamás pudimos concebir una vulva con sonrisa vertical.
    
    	Todos creíamos ser el mejor amigo del Pocho. Cuando charlaba con él, me contaba de su hermana. Yo la veía de lejos, una niña rubia y de ojos celestes, rasgos hermosos, en el dintel de salida de la niñez sin entrar todavía a la adolescencia. La admirábamos todos como a un ángel. Pero Pocho me confió cosas escondidas de su hermanita. En realidad, tenía nuestras mismas cosquillas y aún acentuadas, pero cubiertas por el recato de la femineidad y de la casta niñez. Se jactaba Pocho de saber cómo era realmente una mujer por las exhibiciones que compartían con su hermana, de los respectivos objetos de deseo. Me ponía muy excitado y cuando se daba cuenta de mi estado, me prometía que un día iba a hablar con ella para convencerla de que me dejara mirarla, como hacía con él. Con esa promesa, lo consideré el más entrañable amigo de mi más absoluta confianza.
    
    	Una tarde que estábamos jugando en la quinta de un vecino me enseñó los trasparentes. El cerco de hojas de verde oscuro y brillante, con florecitas blancas, luego ...
«123»