1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... aquella hacienda donde nos casaríamos, pues ahora sí estaba seguro de que el viejo le mamaba la raya del nalgadar a mi novia, apretándole las pompas y penetrando con una rígida lengua aquel hambriento y emputecido ojete, un ojete muy usado en esos 27 años de vida y que a partir de sólo una semana sería el ojete de la mujer que tomaría por esposa y que, sabía, sería entregado miles de veces más a machos que quisieran penetrarlo con manos, vergas y cuanta cosa le diera placer.
    
       Mis cavilaciones fueron interrumpidas por el llamado de la mujer que amo, quien reposaba encuerada en la cama al lado de mi también desnudo corneador. La culera se exhibía en pelotas boca arriba, abrazándolo, mientras él fumaba un cigarro con una pierna recogida y la otra mano sobre el hombro de Paty; me ordenó acercarme, sólo para descubrir que un espeso líquido blanquecino resbalaba lentamente por entre sus tetas y que había que ser más idiota que yo para no saber que se trataba de los mecos que Federico había vaciado sobre sus rosados pezones. "Un buen cornudo limpia a su mujer después de que goza con su macho. ¿Eres un buen cornudo?", yo no atinaba a entender o quizá me resistía a aceptar que lo que quería aquella ofrecida era que lamiera la leche que con cuidado trataba de estabilizar para que no resbalara por los costados de su cuerpo. Vacilé un poco, hasta que ella levantó la voz con un mandato que no daba lugar a dudas: "¡Qué me limpies el semen de Federico, pendejo!".
    
        El insulto que ...
    ... se volvía cada vez más una descripción de mí fue lo de menos ante la asquerosa tarea que me esperaba. Nunca en mi vida había visto tanto esperma junto pues, como ya es conocido, mis eyaculaciones son muy escasas. Y el problema no era verlo... ¡Me lo tenía que tragar! Sobra decir que la humillación que conllevaba se elevaba hasta el paroxismo, pero ni siquiera alegué nada en mi favor; me incliné ante esos senos pérfidos y lamí todo aquél viscoso líquido como si se tratara de deliciosa miel. Yo mismo me sorprendí ante las lengüeteadas que sugerían más un inmenso placer de mi parte, que un asco que ya no sentía, acabándome toda mi leche como buen niño, buscando incluso si no había más por algún otro lado que no hubiera notado, todo con las risas de mis verdugos como espléndido marco de mis cuernos y mi mariconería. "¿Y la verga de Federico qué? ¿No piensas limpiarla en agradecimiento porque me dio placer?". "Sí, mi amor", respondí con celeridad sin cuestionar siquiera si aquella limpieza debía hacerla con la boca o de alguna otra manera; su pene fláccido reposaba con satisfacción de lado, con una visible gota blanca en la cabeza, última parte de aquella copiosa descarga que ya descansaba en mi estómago. Tomé aquel cipote con mi mano y lo mamé con deleite, valiéndome una chingada que era obvio el exceso de "limpieza", pues sólo se me ordenó limpiar aquella gota y yo me comía aquel chorizo como si fuera una puta a la que le habían pagado bien por una chupada; la burla de ambos y ...