1. Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 52)


    Fecha: 12/07/2021, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Febarsal, Fuente: CuentoRelatos

    ... haya sido, y siga siéndolo, loca no estoy.
    
    Manolita: te he permitido más de medio siglo una vida licenciosa llena de desenfrenos y frivolidades. Pero ahora te pido que los treinta años que te voy a conceder más, los dediques a remediar los males del mundo.
    
    Pero Señor, ¿Por qué consientes que pasen tantas desgracias?¿Por qué no los remedias Tú?
    
    Si al ser humano le he dado la absoluta libertad para regir su propia vida, debe asumir también las leyes de la física creadas a su alrededor para su supervivencia. El que sepa asumirlas y soportar el dolor, llegará a sentarse a mi diestra.
    
    Y... ¿Quién no sepa?
    
    El que no sepa, "vivirá" eternamente en su tumba.
    
    Señor: ¿Me vas a quitar los placeres del sexo?
    
    No, Manolita, no. Vas a encontrar la persona que te hará dichosa, y que te ayudará con su amor a realizar la labor que te tengo reservada.
    
    Di un respingo, como si acabara despertar de un letargo, me restregué los ojos. Al percatarse el piloto, dijo con una leve risita.
    
    --No se preocupe señora Manolita, son los efectos de la altura; acá lo llamamoslos delirios del cielo.Les suele pasar a los que no están acostumbrados a volar en helicópteros.
    
    Quedé convencida de que había sido delos delirios del cielo donde había salido esa voz; la experiencia del piloto que habría vivido el mismo episodio con más personas me lo confirmaban. En Dios no creeré, pero si creo que existe el subconsciente.
    
    Tomamos tierra en una zona poco afectada por la catástrofe; en la ...
    ... misma se había improvisado un hospital campamento que carecía de casi todo, por lo que comuniqué a mi gobierno vía satélite, la necesidad de enviar urgentemente medicamentos, sobre todo antibióticos; las infecciones empezaban a aflorar.
    
    No me lo podía creer, restregué mis ojos con el dorso de las manos para comprobar que lo que estaba viendo no era un sueño.
    
    Allí estaba ella... ¡Mi Margarita! La vi de espaldas, con una bata blanca de enfermera con la Cruz Roja bordada en la manga derecha. Casi no pude resistir la emoción; tuve que apoyarme en una de las camas improvisadas atestadas de heridos.
    
    --¿Le sucede algo, señorita? Me dijo el auxiliar.
    
    --No, no gracias: espere un momento, por favor.
    
    Me acerqué con la misma emoción que se deben sentir las druidas cuando pasean por los vergeles de sus paraísos, el corazón me latía con tal intensidad que me sobrecogía.
    
    Todas las escenas vividas con ella en Río de Janeiro se agolpaban en mi mente a velocidad de vértigo. Aquel...
    
    ¡ Para, para... que me matas !
    
    Cuando libaba de su fuente de amor, y que me llevó al paraíso de los sueños.
    
    A un metro de ella, sentí su inconfundible aroma natural que emana por todos los espacios de su cuerpo, y los aspiré profundamente para llenar mis pulmones de ellos.
    
    Estaba limpiando las heridas de las piernas de un chico muy joven.
    
    --¡Margarita..! Dije con un hilo de voz. No me salía más fuerte debido a la emoción del momento.
    
    Sin volverse, ya que estaba totalmente entregada ...