1. UNA HISTORIA DE AMOR FILIAL. (2)


    Fecha: 29/05/2021, Categorías: Incesto Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos

    ... que siempre está dispuesto, que nunca está cansado y que nunca se cansa. Ese amante al que las más de las veces tiene que decirle: “Basta, por favor, que no puedo más, que me “lo” despellejas”.
    
    Para Daniel, en cambio, Elena era la mujer amada, la mujer soñada para llenarla y rodearla de amor y cariño. Así, vivía para ella, para hacerla feliz, hacerla dichosa cada día, cada hora y minuto del día envolviéndola en amor y cariño sincero. De manera que, por fin, el amor triunfó y en no tanto tiempo, simple mes y pico, dos o tres meses a lo sumo, Daniel dejaba de ser para Elena el amante ideal, para convertirse en el idealizado hombre amado; el hombre que con su cariño, su amor de hombre acabó por enamorarla; a ella, a la mujer que Elena, aparte de madre, también era. Y la felicidad entre ambos ya no tuvo límites, pues… A ver quién le pone puertas al campo… Es inmenso… Nunca se acaba.
    
    La gente, la sociedad les señaló con el dedo, murmuró cuando les veía pasear cogiditos más de la mano que del brazo, cual pareja de enamorados adolescentes, pues nunca quisieron guardar formas ante nada ni ante nadie. Ellos se amaban, se querían y eran felices y dichosos juntos, sin dañar a nadie, luego… ¿A qué esconderse?... ¿A qué disimular lo que les saltaba a los ...
    ... ojos? Ellos no podían pasar ni un minuto sin demostrarse su amor; sin besarse, a tornillo incluso si así les apetecía, bien al uno, bien al otro; sin acariciarse cuando pasaba uno al lado del otro; sin decirse lo que se querían, hubiera quién hubiese delante…
    
    Y si la gente, la sociedad, les daba la espalda y señalaba con el dedo antes, cuando a Elena aún no se le notaba el primer embarazo de su marido Daniel, cuando la pareja empezó a pasear, orgullosa y feliz, aquella incipiente barriguita, el señalamiento de esa gente que de sentimientos poco entiende ya fue supino. Pero ellos dos, Elena y Daniel, eran los que de verdad se reían de los demás, los puritanos que al fin, como Jesús llamó a los fariseos puritanos, no eran más que “Sepulcros Blanqueados”, nidos de cochambre y podredumbre por muchos golpes de pecho que luego, en la iglesia, se dieran. Pues todas esas personas que ante los demás, ante la flaqueza humana se erigen en jueces implacables olvidan otra máxima de Aquel en el que dicen creer y al que dicen seguir: “No juzguéis y no seréis juzgados”… O aquellas otras palabras que en aquella última cena que compartió con sus discípulos dijo: “Un nuevo Mandamiento os doy: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado”
    
    F I N D E L R E L A T O 
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