1. El dulce placer de lo prohibido


    Fecha: 26/04/2021, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... mi excitación nunca decayera y, por el contrario, siempre fuera en aumento.
    
    En este punto yo, entonces, tomé el control de la situación y me coloqué encima de él. Me sentí con más libertad estando sobre él y así pude disfrutar más porque pude moverme con mayor soltura. Al sentir las caricias de sus manos sobre mis senos, mis piernas y sus besos apasionados pude sentir mayor satisfacción y multitud de orgasmos, algo que jamás pensé fuera a sentir con una persona diferente a mi pareja.
    
    El nuevamente se adueñó de la situación y me acomodó para penetrarme por detrás. Sentí un miembro firme que entraba, poco a poco, dentro de mí y sacudía mi cuerpo adelante y atrás de manera acompasada. Pero cada vez sentía una penetración más profunda y constante. Sus movimientos seguían siendo rítmicos y parecían continuar sin descanso. Me inundó una gran sensación de placer y bienestar. El se retiró al rato y pude ver como el condón rebosaba de su semen.
    
    El se limpió su miembro con una toalla, se acercó a mí nuevamente, se recostó a mi lado y, como buscando un momento de relajación, empezamos a hablar. Quizá nos dijimos el uno al otro la impresión que nos había causado el ...
    ... momento; expresamos lo mucho que nos había gustado lo que hicimos, las caricias, los besos, nuestros cuerpos. Me dijo que su fantasía era lograr lo yo había conseguido junto a mi esposo. Es decir, en su caso, estar son su esposa y otra mujer y que le gustaría mucho que ojala fuera conmigo. O que ella tomara la decisión de estar con otro hombre, pero lo veía muy difícil. Nos dimos un abrazo final, quizá de agradecimiento, acompañado de un beso, ya no apasionado, sino quizá de aceptación.
    
    Cada quien empezó a vestirse para regresar de nuevo al hogar y nos despedimos. Allí acabó todo. Sin embargo, sin ponernos de acuerdo al respecto, uno y otro, por su lado, sintió la necesidad de comunicar a mi esposo lo sucedido. Y quizá eso apaciguó en mí la sensación de culpabilidad, aunque sentí temor por la respuesta que fuera a obtener por aquella confesión. Y debo agradecer que mi esposo hubiese entendido mis anhelos, deseos y expectativas, por lo cual aquella confesión no resultó ser una experiencia traumática.
    
    En el fondo me hubiese sentido muy mal si no lo hubiera hecho. Debo decir que quizá así calmé el intenso deseo de estar a solas con esa u otra persona… ¡Por ahora! 
«123»