1. Mundo salvaje -3-


    Fecha: 13/04/2021, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... procurados al ser amado, plenamente entregados, ella a él, él a ella
    
    Seguían besándose a todo besarse, morreándose a todo morrearse, uniendo su propia saliva a la del amado, la amada, entregándosela mutuamente al unirse sus lenguas, libando, saboreando él la de ella, ella la de él. Juan había soltado las nalguitas de ella, llevando sus manos, sus dedos, las yemas de éstos, más bien, a los senos de su amada, sus tetitas o tetazas, sus pezoncitos o pezonzazos, acariciándoselo todo con casi unción, veneración, bien podría decirse, arrancando de ella gemidos, jadeos, de íntimo placer, gusto casi infinito; así pasaron unos minutos, no tantos, hasta que él dejó la boca, los labios de ella, para hacer acompañar sus propios labios, su propia boca a sus manos, sus dedos, en el agasajo a los femeninos senos, besándolos, lamiéndolos, lamiendo y succionando también los pezones de esos senos. Y Ana creyó volverse loca de placer con esas encendidas caricias, en el primer orgasmo que aquella noche, aquella madrugada disfrutó, junto a su amado marido, viniéndose más a chorro que abundantemente.
    
    —¡Aayyy, aayyy, amor, cielo mío! ¡Aaayyyy! ¡Me he corrido, amor; ¡me estoy corriendo, vida mía! ¡Dios, qué dicha, qué placer tan enorme me estás dando! Dios mío, es, es… ¡¡¡MARAVILLOSO!!! ¡Maravilloso, marido, maravilloso!
    
    —Eso es lo que deseo, vida mía, hacerte feliz, dichosa; muy, muy feliz, muy, muy dichosa. Así que, disfruta, amor mío; disfruta, cariño mío, disfruta
    
    —Sí, mi vida… ...
    ... ¡Aaayyy!… ¡Aaayyy!… ¡Aaayyy!... Ya…ya lo creo que disfruto. Como nunca, mi amor; como nunca. ¡Dios, y qué dichosa, qué feliz que me haces, marido; ¡inmensamente dichosa, amor mío, vida mía! Pero tú también; disfruta, querido mío; disfruta de mí, de tu mujercita que te adora. Vamos, mi vida, mi bien, disfruta, disfruta de mí. Ámame, bien mío, pero fólgame también; fólgame amándome, ámame folgándome. Sé dichoso, mi amor, y hazme dichosa a mí también. Venga, mi amor, hazlo, dame “leña”, más “leña”; ámame y fólgame bien, con ganas, mi bien, mi hombre, mi macho, mi garañón... ¡Aaayyy! ¡Aaayyy! ¡Aaayyy!... Sí, mi semental; también eso, mi semental
    
    Y Juan se empleaba en ella casi a tumba abierta, buscando su máximo disfrute, que gozara de él inmensamente, inconmensurablemente, sin medida, llevándola a la locura del sexo, al absoluto desmelenamiento sexual de su Ana, logrando que una vez, y otra y otra, más, ella llegara al cénit sexual, en orgasmos y más orgasmos, venidas y más venidas que, desde luego, la hacían gozar, disfrutar, como una loca; así, Ana se venía que era una vida suya, llegando a sucedérsele los orgasmos más que menos encadenados, en una suerte de orgasmos que le venían en cascada, de modo que, aun cuando el precedente apenas si acababa de romper en su “prendita dorada”, el siguiente ya se le avecinaba a través de la columna vertebral rumbo a descargar, abrumador de nuevo en su “Tesorito”, su “Prendita Dorada”.
    
    Así fue pasando el tiempo, minutos y minutos, hasta ...
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