1. Mundo salvaje -3-


    Fecha: 13/04/2021, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... para su hijo, como desde un principio venía haciendo. Luego, se sentaron, tan juntos como hasta allí llegaran, con sus manos entrelazadas.
    
    Minutos después, quince, veinte, hasta puede que más, llegó él, Yago. Apenas pasó del dintel, pues al momento vio a los dos, su padre y su madre; se paró en seco, con expresión sorprendida para, enseguida, esbozar una como sonrisa, pero sin grandes alharacas de alegría mientras se dirigía hacia su padre, a pasos ni demasiado vivos ni, en absoluto, lentos; en fin, algo dentro de la más estricta normalidad, mientras decía
    
    —¡Hombre, padre!... Usted por aquí; esto sí que es una sorpresa; una grata sorpresa, realmente. ¿Viene a quedarse, al fin, con nosotros?...
    
    Por finales se llegó junto a él, Juan, su padre, y le saludó, con un leve beso en la mejilla
    
    —Me alegro de verle, padre; y, además, tan bien. En este tiempo pasado le he visto por ahí varias veces, aunque nunca me acercara a usted; y de verdad se lo digo: Me tenía preocupado, muy preocupado, por cómo le veía, deshaciéndose, destruyéndose día a día. Sí; le veo bien ahora; hasta rejuvenecido, más joven que antes… Antes de que se iniciara lo que, entre nosotros se inició
    
    —Gracias hijo; muchas gracias, Yago
    
    Callaron los dos, casi evitando mirarse, con la vista baja los dos. A todas luces se percibía lo incómodo del momento para los dos hombres, inseguros ambos, sin saber bien qué decirse, qué hacer. Al fin fue Ana quién acabó con ese como “impasse”, alzando la voz, ...
    ... fríamente, con enorme seguridad en sí misma, traslucida en ese gesto serio con que espetara, se enfrentara, a su hijo
    
    —Por favor, Yago, hijo, siéntate tranquilamente. Tenemos que hablar; tu padre y yo deseamos hablar contigo… Y muy en serio, además
    
    A Yago se le fue, al instante, esa sonrisa un tanto bobalicona, por lo forzada que parecía, sustituida por una expresión más que menos seria, pero de lo más natural, sin ápice de ominosidad en el gesto. Y así, serio, se sentó a la mesa, justo en las antípodas de sus padres, frente a ellos, en el lado opuesto de la mesa. Y su madre, con seriedad cargada de maternal cariño, afable, bastante más que seca, le puso al corriente de la nueva situación entre ellos tres.
    
    Que lo que hubo entre ellos dos, madre e hijo, estaba acabado, concluido, “per in sécula seculorum, amén”; que desde esa misma noche, ellos dos, su padre y su madre, vivirían solos, tal y como empezaran a vivir juntos veintisiete años antes, por lo que esa misma noche abandonarían la casa para instalarse ellos dos, en otra que se construirían entre los dos, en algún sitio de las tierras altas, sitio que, prácticamente, ya habían pensado, elegido.
    
    Ana acabó su perorata y quedó callada, con los ojos fijos en él, su hijo, anhelando saber lo que él tuviere que decirles y en qué plan les respondería, temiéndose, y mucho, lo peor, pero resultó que el joven, Yago, mejor no pudo tomarse la nueva situación, pues, tras seguir unos instantes tal y como oyera a su madre, serio, ...
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