1. Mi tía Virginia


    Fecha: 04/02/2021, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Fue en el año 1972, en el mes de agosto. Hacía un calor que derretía las piedras. Sentí a Manolo Escobar cantar en la radio de mi tía Virginia. Me llevaba bien con ella y con su hija Juana. No era la primera vez que entraba sin llamar en aquella casa de planta baja... Al subir un peldaño que había delante de la puerta ya se entraba en la cocina, que era cocina, sala de estar y comedor de aquella casa vieja, de alquiler, hecha de piedras y barro. La radio estaba en la pared, en un estante. Al lado de la radio, en un cuadro, había una foto en blanco y negro ampliada de mi tía Virginia con 17 años menos. Lucía una larga melena negra y una preciosa sonrisa. Esa foto no me cansaba de mirarla pues en ella mi tía tenía 19 años, no me cansaba de mirarla ni de pajearme con ella... Como no vi a nadie fui a mirar si estaba el marica de mi primo Carlos en su habitación. No estaba. Abrí la puerta de la habitación de mi tía Virginia y sí estaba, estaba echada boca arriba sobre la cama con las manos en la nuca, desnuda como vino al mundo, sólo que ahora tenía una gran mata de pelo negro entre las piernas, dos matitas bajo los sobacos y unas tetas como melones. Yo, que nunca había visto a una mujer desnuda, pillé un empalme del 16. Cerré la puerta. En la cocina saqué la polla. Cerré los ojos y quise masturbarme, pero sin ver a mi tía desnuda ya no era lo mismo. Volví a abrir la puerta y la sacudí mirando para sus tetas, para su coño peludo y para sus sobacos. Un minuto tardé en correrme, ...
    ... si no me corrí antes. Al correrme debí de gemir porque mi tía Virginia se despertó. Vio la leche salir de mi polla. Se sentó en la cama, se tapó con una sábana, y me dijo:
    
    -Te acabas de dar un buen homenaje, Quique.
    
    Yo estaba caliente pero sentí el rubor de mi cara con la vergüenza.
    
    -Lo siento. -guardé la polla- Lo siento mucho.
    
    -¿Para qué mientes? Con lo que has visto te vas a matar a pajas.
    
    Mentí como un bellaco.
    
    -De verdad que lo siento.
    
    -Ya. Ven aquí que quiero asegurarme de una cosa que vi.
    
    Fui a su lado. Se sentó en la cama y volvió a quedar desnuda. Me bajó la cremallera del pantalón y sacó la polla que ya estaba otra vez empalmada. La quiso descapullar y la piel no bajaba.
    
    -Lo que yo pensaba. Tienes fimosis. Debías operarte.
    
    Mi tía Virginia era curandera y sabía mucho de animales como yo. Asustado, le pregunté:
    
    -¡¿Es grave?!
    
    -No, solo te tienen que cortar algo de piel. Eso pasa por tener la cabeza de la polla demasiado gorda. Anda, guárdala.
    
    -¡¿Ya está?
    
    -¿Te habías hecho ilusiones, pajillero?
    
    No le respondí. Me abalancé sobre ella. Mi tía, echada sobre la cama, me empujaba para quitarme de encima, y me dijo:
    
    -¡Cómo no pares acabas mal!
    
    Me acordé de lo que me dijera mi amigo Germán, un tipo que se follaba a todo lo que se movía: "Si alguna vez tienes a una mujer sin bragas debajo de ti y se hace la remolona, cabeza entre las piernas, lengua dentro del coño y sin esperar más, a por la pepitilla, lame, lame cada vez más ...
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