1. Mi Enfermera Favorita


    Fecha: 09/01/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... pasión iba perdiendo terreno, a costa del que ganaba el sentido común. El domingo las cosas eran más claras. Ya estaba yo decidido a llegar el lunes a terminar algo que no había acabado de empezar, porque lo que estaba en peligro era más grande que lo que podría nacer entre los dos. Con todos estos planteamientos en la cabeza, llegué el lunes al consultorio, con toda la voluntad de decirle que no podríamos seguir con esto.
    
    Pero apenas la ví, las ganas desaparecieron y mi pene comenzó a pensar por sí mismo. Volvió a entrar en mi consultorio a las 15:00, cuando había acabado la consulta del día. Las condiciones del viernes se repetían y yo no podía (no quería?) hacer nada para impedirlo. Seguí sentado. Ella siguió de pie. La volvía a abrazar con mis brazos y piernas y repetimos lo del viernes, pero ahora ella propuso un cambio. Me dijo:
    
    Hasta ese momento la experiencia que yo había tenido en lo que se refiere a que uno le chupen y besen el pene era muy poca. Unos pocos y cortos intentos con mi esposa y nada más, por lo que su propuesta me pareció sumamente atractiva. Me daba pena porque no estaba recién bañado ni nada por el estilo, pero al parecer eso a ella no le importó. Me bajó la cremallera y me sacó el pene, que estaba a medio parar. Comenzó a besarlo lentamente, al principio con timidez, como si no supiera muy bien lo que hacía. Pero después sus besos se hicieron más intensos y lo comenzó a lamer desde la base de los testículos hasta la punta y vuelta. Lo hacía ...
    ... lentamente, alternando besos con lamidas y haciéndolo como si se estuviera comiendo el helado más rico del mundo. De verdad lo estaba disfrutando, se le podía ver en la expresión de su cara. Luego cambió y empezó a metérselo todo en la boca. En este punto ya había alcanzado su tamaño máximo y ella lo tenía agarrado por la base con su mano. Una vez dentro de su boca comenzó a bajar y a subir, pegándole pequeños mordiscos que a veces eran algo dolorosos, pero que producían más placer que cualquier otra cosa. La succión continuó por algunos minutos hasta que no me pude aguantar. Le hice saber que me iba a derramar y me dio algo de pena con ella. Luisa como que tampoco estaba muy decidida a tragarse mi semen, por lo que me puse de pie y me acerqué al lavamanos, expulsando todo lo que tenía en mis testículos que, según pude comprobar, era bastante.
    
    Para ese momento Luisa tenía en su cara la expresión del trabajo bien hecho. Yo decidí devolverle todo el placer que ella me había proporcionado, haciendo algo en lo que yo creía que era bueno: lamer y besar la vulva. Me encantaba practicarlo con mi esposa y había adquirido cierta experiencia, la cual pensaba poner a la disposición de Luisa en ese preciso momento.
    
    Le dije que se acostara en la camilla. Ella no quería porque pensaba que nuestra suerte se nos estaba acabando, digo, por lo de que nadie había entrado en el consultorio ni nada por el estilo. Sin embargo, la comencé a besar en la boca, bajando al cuello y apoderándome de ...