1. Hidden Club


    Fecha: 02/01/2021, Categorías: Intercambios Autor: VeroYDany, Fuente: SexoSinTabues

    ... ocultaba su clítoris. Cerré los labios en torno a él. —¡Dany! ¡Oh, Dios…! ¡Por favor! —no percibí en su voz rechazo, sino entrega. Con la punta de la lengua, lamí suavemente la pequeña dureza oculta. Marta se estremeció de pies a cabeza. Segundos después, mientras Marta exhalaba pequeños gemidos rítmicos, me asió del cabello, obligándome a ponerme en pie. —¡No puedo más! ¡Házmelo, ya! —musitó entre dientes. Me puse en pie. Pasé la mano izquierda bajo su corva, elevando ligeramente su pierna. Con la otra mano dirigí mi extrema erección a la entrada de su vagina. —¡Ay, Dios! —musitó en voz baja. Empujé ligeramente. El glande se abrió camino en su interior. —¡Dany…! ¡Oh, Dios mío! —susurró excitada. Marta colocó el pie sobre la descalzadora y se aferró a mi espalda, respirando entrecortadamente, lo que me dejó las manos libres para abarcar con ellas sus nalgas. Hasta entonces, yo había mantenido las rodillas ligeramente flexionadas. Las distendí muy despacio, y mi pene fue penetrando lentamente en el interior de la mujer, hasta el final. —¡Ohhhh! ¡Ay, Dany! —musitó en mi oído, con los ojos cerrados, y el rostro contraído en una mueca de intenso placer. La elevé a pulso, con las manos en la parte baja de sus glúteos. Marta cerró los brazos en torno a mi cuello, y sus piernas abrazaron mi cintura. Comencé a embestirla. Al principio lentamente, pero, producto de mi extrema excitación, mis penetraciones fueron haciéndose más y más rápidas, mientras lamía y mordisqueaba ligeramente ...
    ... sus mejillas, su cuello… Marta me mordió el lóbulo de una oreja. «No resisto más, voy a correrme» —me dije, intentando retrasar lo inevitable. La mujer comenzó a convulsionar, mientras emitía gemidos guturales. Me costaba trabajo sostenerla, debido a sus movimientos descontrolados. Eyaculé en su interior. Intensa, largamente. Marta quedó desmadejada entre mis brazos, jadeante. —¡Uffff, Marta! —dije al fin, rompiendo el silencio que había durado unos segundos—. Eres la mujer más bonita y sensual que he conocido. —¡Oh, vaya! —respondió, abriendo los ojos y sonriendo—. Usted tampoco está nada mal, y… —se relamió— sabe cómo tratar a una chica. —¡Menos mal! Creía haber portado desconsideradamente, como un sátiro salido. —Te has comportado exactamente como necesitaba ahora mismo —me besó la punta de la nariz—. Me alegro que hayas dejado a un lado tu caballerosidad y delicadeza habituales, porque lo que me hacía falta era… —¿Un polvo salvaje? —sonreí, interrumpiéndola. —Eso mismo —concedió, y me mordió ligeramente la barbilla. Desasió el abrazo de sus piernas, y la deposité de pie en el suelo. —Puedo hacerlo mejor, esto ha sido un “aquí te pillo, aquí te mato”, debido a la… uh… urgencia del momento. ¿Vienes a mi casa? —propuse, poniéndome serio. —¿Y qué me harás? —preguntó, sonriendo traviesamente. —Mmmmm, veamos: una laaarga sesión de caricias y besos por todo el cuerpo. Incluso… puedo improvisar una mesa de masaje, y cubrir todo tu cuerpo de aceite. Y luego… —Eso suena muy bien, ...
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