1. Berta, cenicienta de aldea


    Fecha: 18/08/2020, Categorías: Humorísticos Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Invierno de 1955.
    
    Berta vivía en una vieja casa en medio del monte, en las afueras de una aldea. Se criara cuidando animales y trabajando la tierra. No fuera a la escuela. No sabía leer ni escribir. Su padre no la dejaba hablar ni con personas de su mismo sexo ni del otro. La sobreprotegía. Su único amigo era Chino, un perro pequeño que tenía 10 años, y que era de raza desconocida.
    
    Su madre, Carmen, había muerto cuando era una niña.
    
    Su padre, Amador, un hombre, moreno, rudo, cuando Berta tenía 17 años, había heredado de un tío indiano. Comprara tierras y más tierras. Se hizo construir un pazo y, como casi toda la aldea era de él, aldeanos de otras aldeas venían a trabajar de jornaleros en sus tierras. De muerto de hambre se había vuelto terrateniente. Amador tenía 39 años y era muy corpulento. Se desahogaba yendo a putas, y en una de esas casas de putas conoció a Yolanda, una rubia teñida, de ojos marrones, alta y voluptuosa, a la que le contó su vida, y ella a él la suya. Le contó que era viuda, que tenía una hija y dos hijos, y que para que no pasaran hambre llevaba más de 20 años prostituyéndose. El muy imbécil se enamoró de ella, sin saber que la hija y los hijos los tuviera mientras trabajaba de puta y que las palabras de amor con las que lo halagaba no eran más que por interés. El caso es que se casó con ella y Yolanda, su hija y sus hijos se fueron a vivir al pazo.
    
    Dos días más tarde, Amador, moría de un ataque al corazón, cosa rara, ya que nunca tuviera ...
    ... problemas cardíacos.
    
    Berta, que ya era una muchacha de 19 años, 1,70 de estatura, pelirroja, pecosa, de ojos verdes, delgada, con pequeñas tetas, fina cintura, anchas caderas y un buen culo, se había convertido en heredera de una inmensa fortuna, de la que no podía tomar posesión hasta los 21 años. Su madrastra iba a ser quien cortase el bacalao.
    
    En el salón, en una reunión familiar, donde Berta no estaba, y con el cadáver de Amador aún caliente, le decía Yolanda a su hija Alba y a sus hijos Jacobo y Leandro:
    
    -Uno de vosotros tiene que enamorar a esa ignorante. Eso facilitaría las cosas.
    
    Leandro, que era moreno, de 26 años, alto, fuerte, y el hijo puta más retorcido sobre la faz de la tierra, le dio otra idea a su madre.
    
    -¿Y si la seduce Alba? Después la podríamos putear, follar, y dentro de un tiempo, con ese veneno tuyo que no deja rastro, le das pasaporte.
    
    Joaquín, su hermano, un joven de 24 años, moreno, de ojos castaños, espigado y bien parecido, le dijo a su madre:
    
    -¿Y no sería mejor despacharla ya?
    
    Yolanda sabía bien lo que estaba haciendo.
    
    -No, sería mucho ataque al corazón junto. Éntrale esta noche, Alba.
    
    Esa noche, llovía y tronaba una barbaridad. A Berta le dolía la cabeza, y con los ruidos de los truenos no conciliaba el sueño. Fue a buscar una aspirina a la cocina, y lo que se encontró la dejo a cuadros. Yolanda y sus hijos estaban desnudos. Ella echada sobre la mesa de la cocina, estaba untada con aceite. Jacinto le comía la boca y ...
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