1. Aprendiendo del maestro


    Fecha: 02/07/2020, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Hunter, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuenta que la hierba lo tenía bien bateado. los ojos le brillaban y tenía la pinga durísima. Le puse una almohada debajo para verlo abierto y con el huequito brillante de mi saliva. Estaba tan apretado que el dedo me dolía para metérselo. Logré meterlo completo y seguí lubricándolo. Luego otro dedo con saliva y KY y pude ver el interior de su culito rosadito, Uff, solo de verlo la pinga me dolía de lo dura que la tenía. Le puse la pinga en todo el culo y comencé a meneársela subiendo y bajando, dejando que mi verga resbalara por ese huequito. Le puse la punta del huevo en el culito y comencé a empujar. Con mi peso lo mantuve acostado bocabajo en la alfombra y él se quejaba quedito, pero poco a poco le fueron entrando mis casi ocho pulgadas de verga dura, venosa y roja. Se la saqué un segundito y parecía una O, oscurita con el centro rojo.
    
    Lo dejé descansar un ratito y comenzó el mete y saca. Le daba pinga y él se quejaba, pero se dejaba. Lo llevé al sofá y lo puse en cuatro. Ahí seguí chuleándomelo y ...
    ... paseándolo, sobándole los huevitos y diciéndole todo lo que me entraba en la cabeza. Ver ese chico tan tiernito, tan culeado y abierto me ponía súper arrecho. Demasiado. Me vine con una contracción en los testículos tan dura que me dolieron. Sentía mi leche pasando directamente al centro de su culo, que me apretaba con ganas.
    
    Los dos estábamos arrechísimos. Yo saqué con cuidado mi pinga de su culo y vi como se le chorreaba la leche como un volcancito. Un poquito de sangrita, no mucha. Traje pañitos húmedos y lo lavé con cuidado. Dejé que reposara un ratito y su pinga no se bajaba. No se había venido así que comencé a mamarlo suavecito y a pajearlo hasta que disparó un chorro de leche caliente, con un olor ligero a cloro, espesa, tan espesa que ni siquiera corría. Ese pelao podía preñar a tres yeguas con una sola venida. La leche no era tan blanca sino un poco amarillenta, como si no se hubiese venido en meses.
    
    Y esa fue sola la primera culeada con mi querido Antonio, a quien estoy enseñando a usar su cuerpecito. 
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