1. Confesión de un infiel


    Fecha: 22/02/2020, Categorías: Gays Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos

    ... la operación.
    
    Cuando aguantaba un poco más, continuó haciéndome una paja entre sus tetas
    
    Me la ensalivó bien, la envolvió con ellas y comenzó un vaivén presionándola entre medio de ambas. Cuando la punta llegaba a sus labios, le pasaba la lengua o la metía ligeramente en su boca. Continuó con las prácticas de presiones y roces dentales cuando me veía muy excitado
    
    De vez en cuando soltaba saliva para facilitar la fricción, lo que unido a la suavidad de su piel, me producía un tremendo y morboso placer.
    
    Nuevamente, cuando conseguía aguantar un buen rato, se puso con una pierna a cada lado y el coño encima para tomarla con la mano por un lado y recorrerla por el otro frotándola con su vulva. Yo veía cómo se deslizaba y cómo iba abriéndose poco a poco.
    
    Ejercía suaves presiones sobre mi polla, y pensaba que al azar, pero en una de ellas, aceleró sus movimientos y presionó más mi polla al tiempo que lanzaba un fuerte gemido.
    
    -OOOOHHH Cabrón. Me estoy corriendo. AAAAAAHHHHH.
    
    Ahí, conseguí aguantar lo suficiente para que ella terminase su orgasmo, pero sucumbí violentamente al mío. Fue un orgasmo brutal, largo y muy placentero. Mi polla seguía siendo presionada por ella contra su vulva, disfrutando de los últimos momentos, mientras escupía borbotones de esperma que aterrizaban sobre mi vientre.
    
    Cuando terminamos, habían pasado cinco minutos de la hora contratada y me puso eufórico el ver que había aguantado casi los sesenta minutos sin correrme, aunque fuese ...
    ... la segunda corrida.
    
    Ella volvió a llevarme al bidé, se arrodilló a mi lado, me lavó la minimizada polla, que aún intentó levantarse de nuevo, y limpió los restos de lefa de mi vientre.
    
    Cuando terminó, me hizo poner de pie, depositó un beso en mi glande, que asomaba de nuevo, mientras me decía:
    
    -¿Cómo te llamas?
    
    -Roberto, ¿y tú?
    
    -Marga
    
    -Te espero otro día.
    
    -Cuando vuelva el próximo fin de semana, serás mi primera visita.
    
    Y así sucedió durante todos los fines de semana que pude y que fueron muchos. Algunos fines de semana salimos al cine o bailar, e incluso nos quedamos en algún hotel a pasar la noche.
    
    Con veinte años, salí exento de cumplir el servicio militar obligatorio y conocí a Casta, la que sería mi mujer. Una chica preciosa de cara y, supuestamente, de cuerpo. Pertenecía a una importante familia de tradición muy religiosa y militaba también a una organización cristiana. Siempre llevaba ropas que dejaban todo a la imaginación, porque no mostraba ni el más mínimo resquicio por el que se pudiese comprobar algo de sus formas. También la época era excesivamente conservadora.
    
    Como todo el mundo se imaginará, permanecimos célibes hasta el matrimonio. Nos veíamos los domingos que yo estaba en la ciudad, porque había algunos que estaba lejos y me costaba más de un día ir y más de otro el volver. Normalmente, la iba a buscar a casa el domingo por la mañana, íbamos a misa y luego a comer a su casa. Por la tarde, salíamos a dar un paseo por la ciudad, y ...
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