1. Ahh, lujuria! (I)


    Fecha: 19/02/2020, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Qué palabra de extraño designio.
    
    Cuántas veces escuché en boca de otros esa palabra, algunos ensalzándola, otros detestándola.
    
    Cuántas veces supe - o por lo menos, creí saber - su significado. Quiero decir, no sólo conocía lo que significaba o lo que expresaba esa palabra sinó que, mucho más allá, en distintas oportunidades y circunstancias quedé convencida que había experimentado en mí su significado más profundo.
    
    Y, sin embargo, estaba equivocada.
    
    Creí saberlo a los diecinueve años, esa vez en la disco, cuando sentí un capullo encendido invadiendo mi conejillo desde atrás, en la oscuridad total de ese rincón ensordecida por el imposible volumen de la música que derramaban los parlantes, sabiendo que frente a mi y entre mis manos sostenía firme el tallo de mi novio, buscando que me entregara su néctar.
    
    Creí saberlo años atrás, cuando ese forajido me tomó entre los arbustos de las dunas que enmarcaban la playa hacia donde yo me había dirigido siguiendo curiosa el vuelo de un colibrí, a escasos metros donde mi madre y mi marido platicaban afablemente.
    
    Más aún creí saberlo cuando con mi marido y nuestros amigos Eva y Ricardo formamos un enriedo de brazos, piernas, sexos y cuerpos durante casi todo un fin de semana, en donde todo fue posible. O cuando bailé sobre la mesa de esa cantina frente a conocidos y desconocidos despidiendo la soltería de mi amiga Emilce y mi marido se atrevió a deslizar sus manos por debajo de ese hermoso y ajustadísimo vestido de ...
    ... noche que aún conservo, manos ocultas que ascendieron desde mis muslos hasta mis caderas y que tomaron el elástico de mi ropa íntima, haciendo que ésta se deslizara hacia abajo hasta despojarme de ella, entresacándola de entre mis pies, a la vista y para algarabía de todos los presentes.
    
    Y creí saberlo definitivamente cuando todo lo anterior fue superado en esa irrepetible circunstancia, en esa formal reunión realizada en formal salón que todos los años organiza la formal compañía en la que labora mi marido y en la que yo ingresé descuidada, errónea y formalmente al toilette masculino y, para sorpresa del formal señor gerente y superior de mi consorte me sorprendí a mi misma humedeciendo mis labios con glotonería al verlo tan bien dotado.
    
    Por supuesto, ello cual derivó en que largo rato después bajara las formales escaleras del piso superior del salón luego de haber acogido en mis más oscuros y cerrados pliegues la formal herramienta del susodicho, para sorpresa y regocijo del mismo formal personaje y para sorpresa y regocijo de otro dependiente que acertó a ingresar al toilette al promediar nuestra faena, no teniendo yo otra alternativa que ahuecar mi lengua para recibir su también copiosa descarga. Mi enésimo orgasmo me llegó a solas cuando, bajando las escaleras, mis muslos se humectaban con la cremosa fluencia que lograba escapar débilmente de mi arillo posterior mientras en mi paladar rezumaba el sabor del dependiente y mi marido recibía en la solapa de su esmokin ...
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