1. Cogiendo con mi hijo -2


    Fecha: 12/02/2020, Categorías: Lesbianas Autor: Josefine, Fuente: CuentoRelatos

    Con este relato quiero contarles cómo fue que Gustavo, mi esposo, se enteró de que mantengo relaciones sexuales con Pablo, nuestro hijo de ya casi 23 años, lo que conté en mi anterior relato.
    
    Fue cuestión de encontrarnos con Gustavo y que el fuego de la pasión se nos encendiera. Cuando atravesé el portón del edificio donde trabajo, él estaba ahí en la vereda esperándome, tan viril y apuesto como siempre. Vestido con camisa y corbata, aunque sin saco porque lo había dejado en el auto, se veía como un dios, un macho soberbio al que ninguna mujer podría dejar de mirar al pasar por su lado.
    
    - ¿Hola amor, cómo estás? –me saludó rodeándome con el brazo izquierdo por la cintura mientras que la palma de la mano derecha la apoyaba suave pero firmemente por mi rostro. Imprimió un beso a la vez dulce como caliente sobre mis labios...
    
    - Hola mi vida, ansiosa por verte, no aguantaba un minuto más en la oficina. Hoy fue un día largo y necesito sentirte al lado – Le contesté mientras disimuladamente bajé mi mano por su entrepierna y lo miré con una sonrisa pícara y de puta calentona.
    
    Abrió la puerta del auto del lado del acompañante y me senté relajada por dos motivos: había terminado una agobiante jornada de trabajo, y sabía que en un rato más tendría la verga de Gustavo en cada rincón de mi cuerpo, sacándome orgasmo tras orgasmo y encendiendo esas sensaciones que siempre despertó en mí desde que nos conocimos en el colegio secundario.
    
    Gustavo entró al auto y tras ...
    ... sentarse me dio un beso. Arrancó el auto y ni bien nos pusimos en marcha comenzó a acariciar mi muslo izquierdo por sobre las medias. Luego subió a mi entrepierna arrugándome la pollera y apartó la minúscula parte delantera de la aún más minúscula tanga que llevaba puesta. Comencé a sentir mariposas en la panza y a dar pequeños gemidos. Ver pasar la gente por calle mientras en ese pequeño espacio del auto me estaban metiendo los dedos era inexplicable. Pensar que ellos ahí fuera estaban aburridos, trabajando o volviendo a sus hogares en colectivos, taxis o caminando, pero sin placer alguno, y yo estaba comenzando a trepar al cielo a pocos metros de distancia. Estiré mi mano y busqué la bragueta de Gustavo, bajé su cierre y saqué su hermosa pija ya a medio endurecer. Lo masturbé con suavidad y dulzura, mojé mis dedos con saliva y comencé a acariciar con el pulgar la punta de esa verga que siempre me volvió loca. Por la avenida Independencia, aproveché la onda verde de los semáforos para chuparla hasta el rojo siguiente que nos detuviera, no sea cosa que desde un auto vecino o un bondi nos vieran, aunque por suerte los vidrios del coche de Gustavo están tonalizados bastante oscuros.
    
    No lo hice con fuerza ni velocidad. Me la tragaba despacio, lo lamía de arriba abajo, me la volvía a meter toda delicadamente y ya en el fondo de mi garganta la retenía unos segundos contrayendo mi boca. Gustavo gemía a la vez que le costaba, por mi posición, seguir metiendo sus dedos en mi concha que ...
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