1. Despertar


    Fecha: 09/02/2020, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... entonces también nos dio por jugar al doctor: las chicas nos desnudábamos hasta la cintura y los varones nos auscultaban y aprovechaban para toquetearnos, amasarnos las tetitas incipientes, hurgarnos y luego invariablemente recomendaban inyecciones, que no eran otra cosa que metidas de un dedo en nuestro culito, medida a la que no nos resistíamos.
    
    Delfina era la preferida en todos los juegos, era la más despierta y con más experiencia y se diría que la más desarrollada. Era ella la que todos querían atender y deliraban por ponerle inyecciones en su colita redonda que realmente era hermosa. Vaya uno a saber cuántos dedos se perdieron en ese culito delicioso ese verano. Yo por el contrario, era una flacucha insignificante, y los varones no me caían demasiado en cuenta para atenderme, dejándome al lado, por lo común, aunque muchos dedos pasaron por mi culito.
    
    Curiosamente, mi hermano Hernán se hacía siempre el enfermo y pedía inyecciones.
    
    Así pasábamos el día investigándonos y charlando, casi siempre en temas que rozaban lo sexual y el descubrimiento de nuestras sensaciones a los que atendíamos ansiosamente. Era evidente que, a diferencia de las chicas que éramos más reprimidas, los varones gozaban grandemente, y también que en muchos casos la inmadurez quitaba componente erótico al asunto. Eso no quiere decir que a las chicas no nos gustara, pero éramos más temerosas y vacilantes.
    
    Cuando estábamos reunidos, sin mayor motivo, varones y mujeres nos abrazábamos, ...
    ... acariciábamos afectuosamente, aleatoriamente, como se diera, cualquiera con cualquiera; no sabíamos por qué lo hacíamos, pero respondíamos a un impulso natural que nos llevaba a eso. Era curioso, porque la iniciativa no siempre era de los varones. Los chicos, con aire de cancheros, nos tocaban el cuerpo investigando, buscaban si teníamos tetitas o revisaban nuestros pliegues; se detenían en nuestros asomos de pezones, hurgaban nuestro culito y en cualquier otra parte; nos querían besar y pedían que los besemos, avanzando cada vez más en la relación y la experiencia, que siempre fue general, haciéndose parejas al azar; cada día se juntaba cada uno con cualquiera otro, aunque siempre todos preferían a Delfina, que prefería claramente a César.
    
    Cierto día, Pedro besaba a Delfina, a quien tenía abrazada y tocaba sus tetitas incipientes por dentro del traje de baño, y en medio de entusiasmo de sus caricias le quiso besar la boca. Estaba en traje de baño, sentado contra un árbol y ella apoyada entre sus piernas y recostada sobre su pecho. Él había metido sus manos debajo del traje de baño de ella y se regodeaba acariciando sus tetitas incipientes y besuqueándola en la cara y el cuello. Ella, con las piernas recogidas, abría y cerraba sus rodillas distraídamente. Delfina no era remilgosa ya que se dejaba tocar y besar por cualquiera, sin reservas, pero se negó terminantemente cuando él quiso que lo besara en la boca. Se negó a que lo hiciera en su boca, porque no quería quedar ...
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