1. Despertar


    Fecha: 09/02/2020, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Despertar
    
    por María M
    
    Ese año cumpliría dieciocho, en junio. El quince.
    
    Cada año, como ocurría desde siempre, las vacaciones nos encontraron en el pueblo, sin colegio, y sin nada que hacer; y como era habitual, los mayores nos dejaron a los chicos a la buena de Dios, holgazaneando en libertad, con el sólo recurso de pasear por el campo y bañarnos en el arroyo, por ahí; o pasear en bicicleta con rumbo a ninguna parte en medio de la llanura. Después de todo, en un pueblo de provincia como el nuestro, no había problemas, y nunca pasaba nada.
    
    El arroyo, corría mansamente en una hondonada sombría, llena de árboles y rodeado de algunas playas mezquinas. A poco, se convirtió en un punto de reunión de todos los chicos de siempre: mis hermanos y yo, separados apenas por meses de edad unos de otros, que vagábamos bajo la vigilancia del mayor, libres de preocupaciones. César, el mayor, tenía 19 recién cumplidos y Hernán rozaba los 18; yo tenía 17 para ese entonces. Pero además de nosotros había otros más, todos de la misma camada de la clase de Hernán, que rondaban los 18 años: Pedro, apenas mayor que yo, Delfina, también apenas mayor; Juanita también compañera de colegio de ellos y Hernán, Felicitas, Rocío y Adolfo y Joaquín, todos un poco más grandes que yo. En realidad eran todos un poco mayores que yo, porque iban al colegio con Hernán. Las otras chicas estaban algo más formadas, y al decir de los mayores se estaban haciendo señoritas, y yo era la más chiquita, la más ...
    ... flaca, que aceptaban en el grupo como de relleno, por ser hermana de mis hermanos, pero que estaba muy lejos de parecerme a ellas.
    
    Ese era el grupo central, aunque a veces se nos unía algún primo o algún amigo; eso era circunstancial y los íntimos y de todos los días, éramos solo los nombrados y los demás no eran admitidos fácilmente en nuestros juegos. Ahí nos juntábamos a diario, charlábamos, pescábamos o simplemente la pasábamos tirados a la sombra al lado del agua, huyendo del calor del día holgazaneando como los mejores, discurriendo sobre cualquier cosa.
    
    Fue César, mi hermano mayor, el que primero que nadie, propuso el tema. Él tenía una clara autoridad porque era el mayor de todos. Era una siesta morosa, en la modorra del calor, y entre charla y charla salió la idea de mostrarnos y conocernos; fue un día de esos, llenos de ocio cercano al aburrimiento. César tenía autoridad por ser el mayor, y lo que decía se hacía siempre: ese día sugirió que mostráramos cada uno lo nuestro para ver cómo eran los varones y cómo eran las mujeres. Nunca antes nos habíamos adentrado en ese camino. La idea prendió enseguida en medio de comentarios, dudas y cuestionamientos que llevaron un rato de conversación con un fondo ansioso. La curiosidad nos acicateaba y al rato los varones, más desenvueltos, tomaron la iniciativa y se bajaron los pantalones dejando ver sus pitos pequeños y lampiños y sus huevitos chuzos, para sorpresa y curiosidad de las niñas que los miramos atónitas; nos ...
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