1. Un chico lindo, demasiado lindo (final)


    Fecha: 20/01/2020, Categorías: Infidelidad Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... usted me dijo, porque… porque no quiero que usted les mande las fotos…
    
    Al día siguiente Hilda lo acompañó hasta la puerta de calle y el chico empezó caminar rumbo a su casa. Esa noche el reencuentro con sus padres fue un desborde de emoción, con abrazos interminables hasta que su papá le preguntó:
    
    -¿Qué pasó?
    
    -Me secuestraron para llevarme a uno de esos… talleres clandestinos donde… donde fabrican ropa, papá… Estuve ahí con otra gente hasta que gracias a Dios pude escaparme…
    
    ¡Tenemos que hacer la denuncia! ¡tienen que ir presos!
    
    ¡No, papá, no!... No quiero denuncia, no quiero policía, tribunales, nada… Lo único que quiero es olvidarme de todo eso…
    
    -Pero…
    
    -No, papá, por favor…
    
    -Tiene razón… -intervino la madre… -Lo tenemos otra vez con nosotros, olvidémonos de todo eso que sufrió y sufrimos…
    
    El padre aceptó a regañadientes y la vida del chico volvió a la normalidad, aunque no tanto.
    
    Muy pocos días después sintió, inquieto, que extrañaba a Hilda. Extrañaba su rigor y, sobre todo, sus dedos. Comenzó a remedar, en el baño, encerrado con llave, esa ceremonia erótica de los dedos, la masturbación, la limpieza de la bañera con la lengua y el beber hasta la última gota de su leche.
    
    Una tarde sonó el teléfono.
    
    -Hola… -dijo el jovencito y el corazón se le desbocó cuando oyó la voz que lo saludaba:
    
    -Hola, putito…
    
    -¿Se… señora Hilda?... –preguntó retóricamente, porque esa voz era inconfundible.
    
    -Claro, la señora Hilda… ¿Creíste que te iba a ...
    ... dejar escapar?
    
    La emoción le impedía al chico articular palabra mientras temblaba de pies a cabeza incontrolablemente.
    
    -Ni loca te dejaría escapar, putito… -Insistió la mujerona y finalmente el chico pudo hablar:
    
    -Me… alegra que… que me haya llamado, señora Hilda…
    
    -Me gusta escuchar eso, putito… Supongo que me extrañaste…
    
    -Sí, señora…
    
    -Decilo…
    
    -La extrañé, señora Hilda…
    
    -¿Sos mío, putito?...
    
    El chico respiraba agitadamente por la boca y ante la pregunta respondió sin vacilar:
    
    -Sí, señora…
    
    -Decilo. –exigió la matrona.
    
    -Soy suyo, señora Hilda…
    
    -Mmmmhhhhh, muy bien, putito… ¡Muy bien!...
    
    Algo se estaba produciendo en el chico, algo que hacía que ya no le molestara que Hilda insistiera en llamarlo putito. No lo era en el sentido amplio del término, pero sintió que sí lo era con ella, con esos dos dedos que lo encendían de sólo pensarlos. Los ansiaba en su cola y ese deseo experimentó mientras dialogaban.
    
    -Bueno, putito, voy a decirte cómo serán las cosas de ahora en adelante.
    
    -Sí, señora Hilda…
    
    -Vas a venir cada vez que te convoque, ¿oíste?
    
    -Sí, señora Hilda…
    
    -Esto queda entre vos y yo, el viejo no se va a enterar, sabés que vuelve del negocio a eso de las ocho y media de la noche…
    
    -Gracias, señora, no me… no me gustaría caer otra vez en manos de ese hombre…
    
    -Tranquilo, putito, que don Ernesto no va a saber nada…
    
    -Gracias, señora… ¿Puedo… puedo preguntarle algo?
    
    -Preguntá.
    
    -¿Tiene… tiene ya pensado cuándo… ...