1. La guacha del kiosko


    Fecha: 16/01/2020, Categorías: Confesiones Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... hijita degenerada?!
    
    Luego lo vi pelar su verga empalada para hacérsela tocar, y entonces me arrodillé decidida a darle unas chupaditas ruidosas. Hasta que la oímos gemir como buscando disculparse por hacerlo, y al verla estirarse los pezones ya con su corpiñito desprendido, la llevamos al dormitorio de Mariana, nuestra hija, donde Lucio se quedó en slip, se la sentó en la falda para tranzarla entusiasmadísimo, entretanto yo la acariciaba entera dándole besitos en la espalda, en las tetas y las piernas, y le daba mordisquitos sobre su calcita ajustada.
    
    Cuando me topé con su entrepierna me calentó tanto su aroma de nena que, en un impulso me quedé en calzones y la hice upita para comerle la boca con mis dedos estimulando su flor con masajitos sobre su ropa, a la vez que mi marido saceaba su sed con sus lolas y ella le estrujaba el pene con ambas manitos.
    
    En cuanto comenzamos a besarnos entre los tres, ella se embadurnó los deditos con su leche rabiosa, la que le pedí que se pase por la carita.
    
    Mientras tanto, en mis entrañas ardía un placer irrebatible al sentir su piel de durazno sobre la mía. Me encantó que Lucio busque en los cajones de la ropa de Mariana y encuentre una bombachita de mi nena, con la que le limpió la lechita de la cara!
    
    No era fácil contenerse. En el nombre de mi celo le arranqué el slip a Lucio que permanecía sentado, y la obligué a lamerle las pelotas mientras yo se la mamaba para que se le pare como antes.
    
    Ninguno podía hablar, pero ...
    ... los cuerpos sabían escribir las páginas eróticas más fogosas del universo.
    
    Luego ubiqué a la mocosa en cuatro patas arriba de la cama despelotada de Mariana, me corrí la bombacha para que Lucio me meta por un ratito esa pija magestuosa en la concha y le enseñé a chupársela después. Por momentos le presionaba la cabeza para que él no retroceda en el intento de atravesarle la garganta, y de repente la tironeaba del pelo para olerle la boquita babeada.
    
    Hasta que la dejé mamando solita, a su modo y con su estilo lento, con mucho meneo, gimiendo delicada y oliendo como una perrita, mientras yo le sacaba la calza y la bombacha empapada para que Lucio la huela diciéndole:
    
    ¡mmm, qué sabroso nena, tu olor a culito, a pipí, y a conchita, cómo te mojás bebé, chupala así, comela toda trolita!
    
    Yo le abría las piernas, le mordía la cola con mi pulgar cogiéndole despacito su vagina cerradita pero muy apetitosa para mi lengua desde que impregné mi nariz allí, y se la lamí enceguecida. Es más, creo que así la hice acabar dos veces con mis dedos abriéndole el orto, y con mi lengua movediza cada vez más enterrada en su conchita, cuyo clítoris latía y se mojaba como jamás vi. Además lo tenía bien visible por lo fino de sus labios.
    
    Después le restregué las tetas por el cuerpo como braza caliente, la descalcé, me saqué la tanga para que la huela apenas Lucio corría a atender el teléfono, y en cuanto se paró le chupé el culito frotándole furiosa la tanga en la argolla.
    
    Lucio volvía ...