1. Julia


    Fecha: 12/01/2020, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... era una de las pocas personas, contadas con los dedos de la mano, que sabían la razón por la que expulsaron a Julia.
    
    Todo ocurrió una noche de verano del último curso de internado. Marisa, otra compañera, y yo salimos a fumar un cigarrillo a la ventana del descansillo de la escalera. Hablábamos de las cosas que haríamos ese verano. Después de acabarnos el cigarro, Marisa volvió a su habitación, pero yo tenía que ir al baño. El del piso de las chicas estaba estropeado, así que subí al del piso de las monjas. Estaba más o menos a la mitad del piso, así que fui de puntillas, intentando no hacer ruido. Cuando ya casi llegaba, vi una luz que salía de una habitación, que tenía la puerta entreabierta. Yo era un poco curiosa así que me asomé un poco. Lo que vi me dejó petrificada. Allí estaba Julia y la hermana Rosa, besándose, en pijama. (La hermana Rosa era la más joven de las monjas y era muy maja y estaba siempre con nosotras, nos ayudaba en las actividades y esas cosas. Era muy guapa y con muy buen tipo. Casi todas las chicas la envidiábamos por eso. No entendíamos porque era monja siendo así de bella). La hermana Rosa amasaba el culo de Julia por dentro del pantaloncito del pijama. Se besaban con pasión. La hermana Rosa la quitó la parte de arriba del pijama y la tocó las tetas. Se agachó un poquito y empezó a besarle los pezones a Julia. Después la tumbó en la cama y le quito el pantalón, quedando el coño de Julia al descubierto. La hermana Rosa se quitó el camisón que ...
    ... llevaba, mientras Julia la acariciaba las piernas y el culo. La hermana Rosa se acostó junto a ella y empezó a acariciar las tetas de Julia, mirándola a los ojos mientras la decía ‘Que niña tan bella eres, Julia’. Pasaba sus dedos por sus pezones, pellizcándolos mientras Julia se estremecía de placer. Después, los dedos de la monja bajaron hasta el chocho de Julia. Lo tocaba con sus dedos, suavemente, separándole los labios. Julia le tocaba las tetas de la monja, pero casi no podía, estremeciéndose de placer, cuando la hermana Rosa le metió un dedo por el coño. Yo estaba alucinando, no podía creer lo que veía. La hermana Rosa le metía primero un dedo y después dos, metiéndolos y sacándolos como si fueran una polla. Los gemidos de Julia cada vez eran más fuertes. En ese momento, la hermana Rosa puso su boca a la altura del coño de Julia y empezó a comérselo. Entonces, los gemidos de Julia eran ya gritos de placer, que se escuchaban por el pasillo. Yo oí como se abría la puerta de otra habitación y salí corriendo hacia mi habitación.
    
    Al día siguiente, no vimos a Julia ni a la hermana Rosa. Yo tenía la dirección de Julia y nos escribimos cartas, pero poco después ella se fue a estudiar al extranjero y dejamos de escribirnos.
    
    Julia y yo habíamos quedado a las nueve en mi casa. Tras llegar de trabajar, me di una ducha. Al salir de la bañera vi mi cuerpo en el espejo. No estaba mal para mi edad. Piel tersa, bronceada gracias a los rayos uva. Media melena rubia, natural, color ...
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