1. La tía Rosa


    Fecha: 31/12/2019, Categorías: Confesiones Autor: leosolari, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuerpo me esta hablando, sus rodillas muerden una de las mías y quiebra ligeramente su cintura, entonces damos al unísono un giro sobre nuestro sitio.
    
    Es la primera vez que me sucede algo como esto, he podido intuir lo que ella haría ¡!! entonces me encuentro con su mirada, asintiendo lo bien que lo estamos haciendo.
    
    La música se acalla y todos regresamos a nuestros sitios, buscamos que refrescarnos con algo de beber, o algo para aplacar el hambre que ha provocado el licor; la tía se queda rezagada, conversa con el dueño del cumpleaños y otras personas, mientras yo le doy el alcance a Lidia, intercambio miradas fugases con la tía.
    
    No han faltado pretextos esta noche, para volver a acércame a la tía o para que ella cruce frente a nosotros con una sonrisa amistosa; que pechos que había tenido, yo la había conocido durante el cumpleaños de su hija y hoy no pude evitar darme cuenta de ello.
    
    Llega la medianoche, la fiesta está en su plenitud, la casa totalmente abarrotada de gente y llega el clásico Happy Birthday para el dueño del santo, que desorden que se viene después; el brindis y además algunas de las hijas que se llevan el pastel para cortarlo en la cocina.
    
    En medio de los abrazos para el homenajeado vuelvo a encontrarme con la tía Rosa, nos miramos y nuestra sonrisa es mas que expresiva; antes de que digamos una sola palabra la música regresa y no permite escucharnos el uno al otro; solo bebemos rápidamente lo que tenemos en nuestras copas, las dejamos ...
    ... sobre uno de los parlantes y buscando nuestras manos con el evidente deseo de volver a bailar, es Rafael Matallana cantando “ Alejandrina” dentro de un popurrí de nuestra música.
    
    Esta vez es mi mano derecha la que guía y la invita a perderse en el centro del tumulto, ella corresponde y mientras yo abro camino para los dos, siento que sus yemas acarician mis dedos.
    
    Ya estamos allí, volteo y extiendo mi brazo izquierdo buscando su mano derecha para empezar nuestra ansiada danza, pero ella aún se sostiene de mi mano y antes de entregarse al baile consigue que nuestras manos antes de soltarse, rocen nuestras caderas.
    
    Lo demás fue un mudo intercambio de mensajes, lo poco que pudimos decirnos, no tuvo la menor importancia, solo fueron pretextos para rosar nuestras mejillas, nuestros dedos eran hábidos aprendices de digitopuntura; ella entregada a mi, en cada giro, su torso se meneaba con regocijo, yo podía sentir tus pezones en mi pecho mientras mi vientre empujaba contra ella, la mano con que ella debía de sujetar mi hombro la bajaba por mi brazo y con su codo me invitaba a que sacara mi mano de su cintura.
    
    De inmediato entendí su mensaje y cuando mi mano pasó a su cadera, ella se movía como lo hace un salmón saltando contra la corriente, mi cuerpo era el río al que golpeaba primero con sus senos y luego con su vientre, aquella calentura nos estaba convirtiendo en unos caraduras y hasta llegaba a acariciar su nalga al girar.
    
    Yo estaba embrutecido y preocupado a la vez, ...