1. La dulce Julia, buena esposa y madre


    Fecha: 13/12/2019, Categorías: Lesbianas Autor: Gab, Fuente: CuentoRelatos

    ... de su teta colgaba. Mis piernas temblaban, no me creía este momento.
    
    Finalmente, la guinda del pastel. Cogió al bebé y se giró para venir a sentarse en la silla. Ahí estaba, caminando mirando cariñosamente al bebé y hablándole, en vaqueros y topless frontal. Mi cara debía ser un poema, mi mandíbula estaba en el suelo y mis ojos como platos. Tenía unas tetas preciosas, voluminosas (la lactancia...) redondas con unas aureolas y pezones de color marrón muy bien colocados y bonitos. Luis me había dicho que esta vez Julia se había tomado el ejercicio en serio, y un mes después del parto empezó a hacer ejercicio con regularidad. Eso y una genética privilegiada dieron resultados. Tripa plana que daba aún más relevancia a sus bonitas tetas, y no tenía ni una estría.
    
    Se sentó y empezó a dar de mamar a la niña. Se dio cuenta de mi reacción porque me miró ligeramente y dijo:
    
    -va a ser verdad que eres virgen y no habías visto unas tetas nunca antes. Desperté de mi estado de shock y solo reaccioné a decir algo inconexo. Julia se rio y dijo:- tranquilo, ya sé que impresionan, se me han puesto muy grandes con el embarazo.
    
    Con que naturalidad hablaba de sus tetas… En realidad no eran tan grandes, pero su cuerpo pequeño hacía que lo parecieran. Eran muy bonitas, y eso es lo único que reaccione a decir:
    
    -no, no, no es eso, es que son muy bonitas.
    
    Otra vez había dicho una gilipollez. Esta vez Julia reaccionó tímidamente, con una ligera sonrisa mirando al suelo:
    
    -Gracias, ...
    ... siempre gusta que te digan bonitos cumplidos.
    
    Traté de desviar el tema hacia otro lado. Mi polla estaba dando brincos y mi corazón latía a 100. Me puse a hablarle del trabajo y proyectos (vete a saber por qué) mientras ella me miraba con esa media sonrisa. Después de 10 minutos, dije:
    
    -Bueno, voy a recoger la mesa.
    
    Me llevé mi plato al fregadero y fui a por lo de Julia. Me acerqué a su lado, de pie, pero al estar tan cerca, no pude quitar mi mirada de ella, allí desnuda de cintura para arriba. Ella giró su cara, sentada, me miró, sonrió, y con la mano que tenía libre me cogió mis dedos y empezó a jugar cariñosamente con ellos. Yo estaba ahí parado como hipnotizado. Finalmente reaccioné, me senté en la silla de al lado y le puse la mano en el hombro desnudo mientras miraba cómo daba el pecho a su hija. Ella seguía mirándome a los ojos. Le miré a sus ojos, y tras unos segundos, decidí acercar mi cara a la suya. Por fin me la jugaba, me daba igual ya todo, Julia me volvía loco y mi cuerpo iba en autopiloto. Ella no se apartó. Mis labios tocaron los suyos. Empezamos a besarnos, al principio suavemente, saboreando el momento. Tenía unos labios suaves. Empezamos a acelerar, nuestras lenguas se tocaron y los besos alcanzaron un ritmo adolescente. Tras un rato besándonos, de repente la niña empezó a llorar, y Julia se echó hacia atrás. Yo salí de mi éxtasis, y me di cuenta de lo que estaba pasando. Julia se levantó, con cara algo confundida, y dijo:
    
    -perdona, tengo que ...
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