1. EL SECUESTRO DE CAROLINA I


    Fecha: 08/12/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: eroticteller, Fuente: SexoSinTabues

    Sólo faltaba el día, el momento exacto en que su sueño se convirtiera en realidad. Todo lo demás estaba preparado: el lugar, el modo y, sobre todo, la víctima. En la soledad de su habitación, J. recordaba aquella mañana en que todo cambió para él. Era un niño de pueblo, y le encantaba andar y correr por todos los caminos que lo rodeaban. Le gustaba buscar animales para tirarles piedras; cazar ranas para romperles las patas y ver como querían huir sin poder hacerlo. Sí, a sus 11 años le gustaba ver sufrir a esos bichos. Aquella mañana de verano era temprano, y J. caminaba junto a la orilla del río. La normalidad de ese día se rompió cuando, un poco más allá, vio lo que parecía un pie que sobresalía de debajo de unas ramas. Sin ningún miedo, y con mucha curiosidad, el niño se acercó hacia allí y comprobó que, efectivamente, eso era un pie humano que pertenecía a un cuerpo que estaba ahí oculto. Con algo de nervios, empezó a quitar todas las ramas que lo cubrían y, cuando levantó la ultima madera que tapaba la cara, supo enseguida quién era esa persona. Esos ojos inexpresivos que miraban al infinito sin ver nada; ¿ojos inexpresivos? No, esa mirada mostraba miedo, un miedo terrible, un terror indescriptible. Esa melena oscura y lisa, siempre limpia y brillante, pero ahora sucia por las hojas y el fango. Esos ojos, ese pelo, ese rostro eran los de Raquel, una de las chicas más guapas del pueblo. A sus 14 años, Raquel atraía la mirada de todos los varones por su belleza, por ese ...
    ... cuerpo joven y perfecto, por su sonrisa y su simpatía. Ese cuerpo desnudo era el que J. estaba contemplando atónito. Vio que de la nariz había salido sangre, que ahora estaba seca; la boca permanecía abierta y la lengua medio fuera. Alrededor del cuello vio una marcas moradas. J. continuó bajando la vista hacia esas tetas que tantos deseaban. Unas tetas no muy grandes, no como las de las señoras mayores que parecían ubres de vaca. Las de Raquel eran redondas y, pese a estar tumbada en el suelo, se las veía duras. J. nunca había visto a una chica desnuda y la visión de esos pechos le desconcertó. Su deseo le llevó a acercarse y a tocar esos senos. Primero con suavidad, casi con miedo, como si pensara que, con ello, iba a despertar a esa muchacha; luego los apretó con más fuerza. Sintió la carne dura en sus manos y los estrujó fuertemente; se detuvo en los pezones, pequeños y oscuros, que parecían erguidos. Los tocó, los pellizcó y tiró de ellos hacia arriba. Se entretuvo un rato con ese juego mientras sentía que su pequeña polla empezaba a endurecerse sin saber muy bien por qué. Cuando acabó de amasar esas pequeñas tetas, J. siguió mirando el resto del cadáver. En el estómago vio moratones que afeaban ese maravilloso cuerpo; por último, se embelesó con esa parte tan desconocida para él. Debajo de la tripa vio unos pelos oscuros y algo rizados. No eran demasiados pero destacaban como un pequeño triángulo en el vientre. Raquel estaba con las piernas muy abiertas y J. observó cómo, ...
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