1. A la orilla de la carretera


    Fecha: 25/11/2019, Categorías: Confesiones Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos

    ... sacársela y, quedando frente a frente, le mamó con extrema fruición sus pechos apenas turgentes.
    
    Dada la delgada complexión de mi hija, a aquel desgraciado le fue muy fácil maniobrarla de tal forma que sin sacar su miembro del menudo cuerpo de ella la hizo como quiso, la colocó en varias posiciones las más de las veces bastantes vergonzosas y humillantes. Mi pobre hija parecía muñeca de trapo.
    
    La cargó y, sujetándola de sus posaderas sin permitirle tocar el suelo, la continuó penetrando ahora parado. La cabeza de mi hija llegó a chocar contra el techo del camper lastimándose. Ella se quejó pero a él no le pareció importarle, la siguió penetrando... mancillando.
    
    Después la tiró de nuevo en el piso, sobre sus cuatro extremidades. De esta manera volvió a estocarla. Los gestos de dolor en el rostro de Eva revelaban su sentir; era evidente que aquel falo, que de por sí era enorme para cualquier mujer, era aún más devastador para un cuerpo pequeño, joven y delgado como el de mi hija.
    
    Como si no hubiese sido bastante tortura, tras varios minutos de ayuntamiento, el infame sacó su miembro de la vagina de mi hija sólo para colocarlo, esta vez, a la entrada de su recto. El hijo de mil putas iba a cogerse a mi hija esta vez por el ano. Le grité, le imploré que parara, pero el desgraciado no hizo caso.
    
    Aquel inmundo ser trató de meterlo de un solo empujón, cosa que no sólo lastimó a mi pequeña Eva sino que probablemente a él también, pues pude ver como se le doblaba el ...
    ... pene al no poder abrirse camino. Al ver su ineficacia, aquel bastardo relamió el orificio anal de mi hija. Sin asco, metió su asquerosa lengua en el hueco cloacal de mi hija.
    
    Cuando dejó empapado el orificio con su saliva, volvió a intentar una nueva estocada de un solo golpe, pero era obvio que no lo conseguiría así, por lo que prefirió ir de poco a poco. Mientras la punta de aquel miembro fálico se hundía milímetro a milímetro, mi hija sollozaba de dolor, yo no lo soportaba.
    
    El tozudo hombre la sujetaba con fuerza de su cintura con ambas manos, impidiéndole alejarse de él. Al ver que aquello no se detendría y se abriría paso ha como diera lugar, mi hija decidió abrirle camino por propia cuenta así que, poniendo la cara en el suelo, se inclinó lo más que pudo y con ambas manos se abrió así misma los cachetes del trasero. Eso brindó mayor apertura por lo que el falo logró entrar hasta la mitad. Pero aquel villano no se conformó con eso y se la clavó tan profundamente que la resguardó toda en el recto de mi pequeña Eva.
    
    Mi hija lloraba, esta vez con intensidad, al tener tan enorme invasor en sus entrañas, atravesando un anillo que se dilataba al máximo. Temí por el daño en su esfínter; pues ella es aún muy joven (apenas va a mitad del bachillerato) como para tolerar un intruso así sin repercusiones. Afortunadamente el médico que la observó después del incidente me dijo que no hubo daño grave. No obstante, ahora que he estado muy cerca de ella, me he dado cuenta que con ...
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