1. Las guerreras mágicas caen en una trampa


    Fecha: 07/09/2017, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... cara de ira de la rubia, que retuerce su cara en un intento por insultarlo, y la cara de espanto de la morocha, que se deja violar sin resistencia, esperando que todo termine cuanto antes. Le gusta ambas reacciones: la tenacidad estéril de una, y la resignación patética de la otra. Ambas le generan una erección que no puede ocultarse detrás de la túnica.
    
    Se la quita, quedando con su cuerpo peludo completamente desnudo. Vanesa ve al mago velludo y piensa que se parece más a un animal que a una persona. Camus baja el cuerpo de la morocha tetona hasta casi hacerlo pisar el suelo. La chica comenzaba a largar lágrimas de los ojos. “que se joda el imperio por mandar a adolescentes hermosas a capturarme”, se dijo Camus. Arrancó los pocos botones del saco que estaban abrochados y luego hizo lo mismo con la camisa. Desabrochó el corpiño y se encontró con las enormes tetas desnudas. El pezón era grande y oscuro. Se lo metió a la boca, estrujando ambos pechos con las manos. Vanesa miraba desde arriba, indignada, no se había unido al imperio para ver cómo violaban a una amiga. Sabía que podía perder la vida en una batalla, pero esto era algo más horrible.
    
    Camus enterraba su rostro barbudo en medio de las tetas, y llevaba las manos por debajo de la pollera descubriendo un culo casi tan voluptuoso como los pechos.
    
    — Sea quien sea el que las reclute, es un genio. — dijo, burlón. Mientras arrimaba su miembro al pubis de ella.
    
    Melisa sintió el vello púbico tan abundante como la ...
    ... barba del malvado mago, chocar contra su cuerpo. Y luego de que Camus apuntara su falo, dio su primer ataque. Melisa se retorció en el aire. Si no estuviese sujeta por esa fuerza invisible que la paralizaba, su cuerpo iría a parar al piso, como reacción al dolor generado por esa despiadada embestida. En cambio, sí pudo gritar, porque si bien sus labios eran incapaces de articular palabras, su garganta emitió un grito desgarrador, que incluso Vanesa pudo oír.
    
    Ambas lloraban. Una por dolor, otra por indignación, ira e impotencia.
    
    Camus se la cogió de parado, una y otra vez, a un ritmo frenético, agarrándola de las tetas, estrujándole el culo. Cada tanto le escupía en la cara para demostrarle su desprecio por el imperio, y para que quede claro que para él sólo era un objeto para saciar sus instintos básicos.
    
    Cuando estuvo a punto de acabar dejó de penetrarla y eyaculó sobre sus tetas.
    
    — Yo nunca acabo dentro de las perras del imperio. Jajajaja. — dijo, y luego irguiendo la cabeza para dirigirse a Vanesa. — Ahora te toca a vos blanquita.
    
    Vanesa sintió su cuerpo descender hasta estar a la altura de su compañera. Camus le bajó la bombacha azul que todavía estaba en sus rodillas. La sintió deslizarse en sus piernas, como preludio de lo inevitable. Una vez que la prenda cayó al piso, el mago ya estaba enterrando su rostro entre las piernas de la guerrera. No pensaba desnudarla, las tetas de la rubia no le interesaban, sólo quería ver su preciosa cara mientras la poseía. ...
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