1. Desafío de galaxias (capitulo 62)


    Fecha: 26/08/2019, Categorías: Intercambios Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos

    Marisol, estaba sentada en la terraza de un restaurante cercano al Palacio Real, en compañía de sus amigos más allegados, cuándo sonó su comunicador. Miró el visor, y contestó mientras se levantaba apartándose tres o cuatro metros de la mesa.
    
    —Buenas noches señor presidente.
    
    Desde la mesa, todos la miraban en silencio mientras Marisol, extremadamente seria, hablaba con el presidente. Unos minutos después, cortó la comunicación y con los brazos en jarra permaneció pensativa mirando al suelo. Después, abrió el comunicador, busco en el menú, e hizo una llamada. Estuvo hablando unos minutos más y, finalmente, mientras se acercaba a la mesa, concluyó:
    
    —En esto estás solo querido amigo, es lo mejor, pero tranquilo, si así lo quieres, procuraré estar lo más cerca posible, y ante todo, recuerda: mucha cabeza, tienes que ser juicioso, —cerró el comunicador y se sentó de nuevo en la mesa mientras los demás, expectantes, esperaban a que les informara—. El canciller de Maradonia ha disuelto el parlamento, ha abolido la constitución, y ha decretado la ley marcial. Sus tropas, y los paramilitares del partido, patrullan por las calles, y están deteniendo opositores.
    
    —¡Qué hijo de puta! —exclamó Sarita sin poder contenerse— pero, ¿cuánto hace que no hay un golpe de estado en la República?
    
    —O un régimen fascista.
    
    —Desde que Zannar derrocó al anterior emperador y le quitó el trono. Unos meses después, comenzó la guerra.
    
    —Es decir, más de cuatrocientos años, —apunto ...
    ... Marión—. ¿Y qué vamos a hacer?
    
    —Vosotros nada, —afirmó Marisol— este asunto es estrictamente maradoniano.
    
    —Pero le has dicho a Cimuxtel que estarías cerca…
    
    —Sí. Ahora está amaneciendo en Dreylhan, en el curso de la mañana, embarcaran los tres cuerpos de ejército de Cimuxtel, y veinticuatro horas después, llegaran a Maradonia. Una vez hayan desembarcado, me uniré a las naves de apoyo en la órbita del planeta.
    
    —¿Quién te acompañara?
    
    —Nadie, voy yo sola, ni siquiera me llevo a Sarita y al Fénix, iré en una…
    
    —¡No flipes! —la interrumpió Sarita— yo voy contigo.
    
    —¡Y con el Fénix! —afirmó Anahis.
    
    —¡No, no, no…!
    
    —¡Sí, sí, sí! —afirmó también Marión— y no te pongas tonta, que le digo a Anahis que llame a su padrino.
    
    —¡Joder que no!
    
    —¡Marisol! —intervino Hirell— no seas cabezona, esto no es un debate, ¡coño!
    
    —¿¡Ves lo que has hecho!? —exclamó Sarita mirando a su amiga— has conseguido que Hirell te grite.
    
    —Y que diga una palabrota, —añadió Anahis riendo.
    
    —«Coño», no es una palabrota, —afirmo Hirell.
    
    —Yo creo que si lo es.
    
    —Yo también.
    
    —Y yo.
    
    —¡Joder!, ¿queréis dejar de discutir de palabrotas? —exclamó Marisol que no se podía creer lo que estaba oyendo.
    
    —Eso es otra palabrota: ¡joder!
    
    —No, no lo es.
    
    —Bueno, se ha acabado el tema: mañana te vas con el Fénix, —afirmó Marión.
    
    —Y conmigo, —añadió Sarita.
    
    Cuatro días después, desde el Fénix, Marisol era testigo de los acontecimientos en Maradonia. Cimuxtel, con buen criterio, había ...
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