1. Para romper mi soledad


    Fecha: 24/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... viera. Y luego apunté mi flecha en su guarida. Me dejé ir, aplastando su cuerpo con el mío. La penetración resultante fue nuevamente tan profunda que los dos volvimos a gritar, ahogadamente, al unísono. Y luego otra vez. Y otra. Embestí varias veces aquel sexo precioso, aquel coño húmedo y caliente, hasta que sentí un cosquilleo en mis entrañas. La ví a ella, y sin preguntarle supe que estaba a punto. Apuré mis movimientos acompañándolos de fuertes resoplidos que me salían del alma. Una serie de grititos me indicaron que se estaba viniendo, y unos segundos después me acoplé a ella, todo lo que pude, alojándome en el fondo, deteniendo mis movimientos, mis latidos, mi respiración, concentrándome en aquella sensación que fluía de mí enérgicamente. Cerré los ojos, y un montón de estrellitas titilaban en aquellas tinieblas. Por un momento me sentí transportado a una dimensión ultraterrena. Qué dulce, que profundo.
    
    Me devolvió al mundo la sensación de que temblaba todo mi cuerpo, agitado por una corriente eléctrica que ...
    ... me sacudía de pies a cabeza. Mis jugos se mezclaron con los suyos, y la humedad que sentía mostraba cuán abundante había sido la entrega. Me derrumbé, agitado, sudoroso, al lado de mi bella doncella seducida. Mi pecho y el suyo bajaban y subían frenéticamente. Rebeca, te amo, le dije. Era cierto. Esa noche dormí a su lado, abrazándola, aferrando mi cuerpo al suyo, acaso para sentir como mi soledad se iba disipando a medida que iba cayendo la noche mientras ella dormía a mi lado.
    
    Fue mía ese verano, muchas noches más, y nos despedimos apenas entraba el invierno. Ella dejó la escuela para regresar a su tierra. Tenía un esposo y una hija, que había depositado con su madre para venirse a estudiar. Su padre había fallecido y lloró largamente durante la despedida. Al día siguiente se marchó, prometiendo escribirme. Después de la navidad recibí una carta donde anunciaba que volvía con su esposo, que tan amablemente se había portado con ella a su regreso. Mi dulce Rebeca. Que te vaya bien, le dije, y volví a mi soledad. 
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