1. Para romper mi soledad


    Fecha: 24/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... indicó al propietario del auto compacto que debían de llevarme de regreso a mi departamento. Dos jóvenes de aquellos se subieron atrás conmigo, y ella adelante, con el estudiante que hacía de chofer. Ninguno de ellos perdía ocasión de hablarle a Rebeca, de hacerle chascarrillos y proposiciones indirectas. Ella se reía.
    
    Rebeca propuso la ruta para dejar a cada quien en el camino, y el chofer, que había tomado parte activa en la discusión sobre quién se ligaría a Rebeca, ya se sentía un triunfador. Sin embargo, no contaba con que ella le dijo, en un tono que no admitía discusiones: El profe vive muy lejos, y esta noche se quedará en mi casa. Al cabo ya faltan unas pocas horas para que amanezca. Al joven se le fue el alma al suelo.
    
    Bajamos donde ella indicó, y me invitó a pasar a su casa. Vivía sola, con un perrito escandaloso que ella tomó en los brazos para que no siguiera riñéndome. ¿No lo conoces, eh? Le decía... Es mi profesor, no te espantes, Muñeca... ¿A poco no es lindo?
    
    Me abrazó, y así abrazados llegamos hasta la sala. ¿Quieres una cerveza? Me preguntó. No, no era ya tiempo de cervezas. La abracé y la besé, primero un poco tímidamente, y ella correspondió, con algo más de fuego.
    
    Hacía algo de calor, así que me propuso darnos un baño, y acepté rápidamente. Entramos a la ducha bajo una luz suave, muy acogedora, y nos desvestimos lentamente, sin prisas. Primero su vestido, enseguida mi camisa, su sostén, sus bragas, mi slip, todo fuera. El contacto frío del ...
    ... agua se mitigaba un poco con el calor de su cuerpo pegado al mío, su lengua iba recorriendo mi pecho, mi boca aferrándome a sus pezones erguidos, suavemente coloreados, mis manos subiendo y bajando por su piel blanca y hurgando en sus lunares. Mi excitación estaba en toda su envergadura, y ella tocaba mis genitales por debajo, y yo introducía en dedo en su triángulo rosado, coronado por un vello rubio, labrado en oro, contrastando con la mata oscura que ornaba mi sexo.
    
    Nos secamos apresuradamente, y nos fuimos a la recámara. Dulcemente preguntó que lado de la cama deseaba ocupar. "arriba de ti, preciosa", dije, y ella se rio. La abracé por detrás, y el contacto de mi barba de dos días con su cuello delicado la hizo doblarse, como tocada por un rayo. Sus nalgas firmes se apretaron contra el mástil que debajo de mi vientre palpitaba con vida propia. La deposité en la cama y la aplasté bruscamente con mi peso. Sentí como mi espada crecía en grosor y tamaño.
    
    Tienes un cuerpo precioso, le dije, y ella me contestó: tú también. Lamí sus glúteos y luego bajé hasta la gruta del deseo, mi lengua recorrió de arriba abajo las caras interiores de sus preciosas nalgas, de sus labios casi incoloros, de su húmeda cueva. Ella emitía gemidos de placer, levantaba la cabeza, arqueaba su lengua, su espalda, mientras yo buscaba ansiosamente el despertar de sus zonas erógenas más recónditas. Se volteó para mostrarme sus pechos generosos, sus aureolas teñidas de un color rosa pastel, sus pezones ...